Con la fiesta del Bautismo del Señor que celebramos en el
segundo domingo de Enero se cierra el tiempo de Navidad para introducirnos en
la liturgia del tiempo ordinario. En la Navidad y Epifanía hemos celebrado el
acontecimiento más determinante de la historia: Dios ha hecho una opción por
nuestra humanidad, por cada uno de nosotros, y se ha revelado como Aquél que
nunca nos abandonará a un destino ciego y a la impiedad del mundo. Esa es la
fuerza del misterio de la encarnación: la humanidad de nuestro Dios que nos
quiere comunicar su divinidad a todos por su Hijo Jesucristo. La escena del
Bautismo de Jesús, en los relatos evangélicos, viene a romper el silencio de
Nazaret .Este silencio es un silencio que se hace palabra, palabra profética y
llena de vida, que nos llega en plenitud como anuncio de gracia y liberación.
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