LA PROPUESTA CRISTIANA NO ENVEJECE
“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de
los que se encuentran con Jesús”. Así comienza la exhortación apostólica del
Papa Francisco sobre la nueva evangelización. En ella el Papa traza todo un programa
para orientar a la Iglesia a salir a la
calle y llegar a las “periferias existenciales” con el anuncio del
Evangelio.
Ya desde el primer momento, afirma él que quienes se dejan
salvar por Jesús son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior y
del aislamiento. Esas cuatro esclavitudes atenazan a las gentes de hoy, pero
“con Jesús siempre nace y renace la alegría” (EG 1).
El Papa Francisco se atreve a señalar tres manantiales de los
que brota la tristeza de nuestra generación: “El gran riesgo del mundo actual,
con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista
que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres
superficiales, de la conciencia aislada” (EG 2). Es interesante esa mención del
ansia de tener, del anhelo de disfrutar y de la voluntad de prescindir de los
demás. En ellas se resumen las tentaciones de Jesús y las nuestras.
Hay otros muchos motivos para el desaliento actual de quienes no
han encontrado o ya han perdido la fe. Pero también muchos creyentes se ven
atrapados en esas redes de la tristeza y la desesperanza. Por eso, según el
Papa, “se convierten en seres
resentidos, quejosos, sin vida”.
Ahora bien, ese estado de ánimo no responde al deseo de Dios.
“Esa no es la vida en el Espíritu, que brota del Corazón de Cristo resucitado”.
Muchos cristianos parecen vivir “una Cuaresma sin Pascua”. Retomando unas
palabras de Pablo VI, afirma el Papa Francisco que “la sociedad tecnológica ha
logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil generar
la alegría” (EG 8).
Bien sabemos que los bienes materiales se pierden cuando se
entregan, pero es la entrega lo que afianza y multiplica los bienes del
espíritu. Los bienes espirituales, por el contrario, aumentan cuando se
comparten. La vida se acrecienta
dándola. Y también la fe fortifica y se mantiene cuando se anuncia y comunica a
los demás. Ahí está para el cristiano el secreto de la verdadera realización
personal.
Así lo expresa la exhortación papal: “El anuncio renovado ofrece
a los creyentes, también a los tibios o no practicantes, una nueva alegría en
la fe y una fecundidad evangelizadora” (EG 11). Es interesante esa referencia e
invitación a los tibios y a los no creyentes: También ellos pueden encontrar el
valor de la fe, apenas imaginada.
En esa llamada a anunciar el evangelio encuentra el creyente la
máxima novedad. “La propuesta cristiana nunca envejece” (EG 11). He ahí una
frase inolvidable. Dios mismo provoca, orienta y acompaña la verdadera y
auténtica novedad. Este es un auténtico desafío para la Iglesia. Pero es
también para ella la fuente más auténtica de las mayores alegrías.
José-Román Flecha Andrés
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