El horror de la eutanasia
infantil,
por José-Román Flecha
En su momento se nos anunció que
Holanda era el primer país que legalizaba la eutanasia. No era verdad. La
eutanasia había sido impuesta por el régimen de Hitler en septiembre de 1939.
Es importante recordar quién nos precede en la fila. Holanda ha seguido un
ejemplo trágico.
En principio se
despenalizó la eutanasia practicada sobre enfermos terminales. El campo se
amplió cuando un psiquiatra, traspasando los límites legales, la aplicó
sobre un paciente afectado de depresión.
En principio la
eutanasia se suele proponer como un acto de piedad. Ulteriormente los pacientes
se sienten moralmente obligados a solicitar la muerte para evitar gastos.
Durante algún tiempo,
los ancianos holandeses trataban de pasar a Bélgica para evitar este acoso. Con
el tiempo Bélgica no ha sido un refugio seguro para ellos.
En esta “cuesta
resbaladiza” se había de llegar a la legalización de la eutanasia infantil por
parte de Bélgica. Las cautelas señaladas por la ley son simples cortinas para
ocultar el drama de la muerte inducida.
Admitido el aborto,
Peter Singer no veía dificultad ética para admitir el infanticidio y la
eutanasia. Con eso descubrimos que la cultura de la muerte había diseñado
fríamente su hoja de ruta.
• Se nos impone una
legalización de la eutanasia, pero la ley no puede determinar la bondad ética
de la administración de la muerte
• Se ofrece la
eutanasia activa como un derecho del paciente terminal incapaz de soportar sus
dolores. Pero nunca, como en esta época, hemos sido capaces de controlar el
dolor.
• Se alaba la
eutanasia activa cuando se produce a petición del paciente. Pero muchos de esos
pacientes en realidad no piden la muerte, sino una cercanía afectuosa y
compasiva por parte de familiares y sanitarios.
• Se legaliza la
eutanasia a petición de un niño. Pero se olvida que al niño no se le admite el
derecho a otras muchas opciones más inocentes y menos dramáticas.
• Se defiende la
eutanasia como un derecho, nunca vinculante para los que no lo quieran
reclamar. Pero sabemos que la libertad para pedir el aborto ha llevado a
imponer el aborto.
• Se nos presenta la
eutanasia activa como un acto de compasión. Pero se olvida que la verdadera
com-pasión no lleva al desentendimiento sino a la cercanía y a la ternura.
• Se anuncia la
eutanasia como la única solución para desentenderse de las que el nazismo
calificó como “vidas inútiles”, según la expresión de Hoche y Binding.
De jóvenes
calificábamos como horrenda la costumbre espartana de arrojar desde las rocas
del Taigeto a los niños enfermos o discapacitados. Ahora algunos
invocan el retorno al paganismo griego como modelo de
humanidad y libertad. Al fin, da la cara la verdadera razón de tanta sinrazón.
Se propugna el retorno a un paganismo precristiano. Pero se olvidan algunos de
sus ingredientes como el infanticidio, la esclavitud y el desprecio a los
enfermos incurables, que ya predicaba Platón.
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