El que pierda su vida por mí “y por el Evangelio, la salvará”

Bien están los sentimientos, cuando son buenos. Bien están las ideas, cuando son buenas. Bien está decir: “Señor, Señor”. Pero Santiago nos recalca hoy que si los sentimientos no se convierten en vida y la fe en obras, sirven, pero muy poco. Hay que llegar a conocer o, al menos, intuir la voluntad de Dios y, con sentimientos y frases bonitas o sin ellos y ellas, cumplirla.
Jesús, en el Evangelio, reúne a discípulos y a cuantos le seguían para hablarles de la misión y del seguimiento. Sus consignas siguen siendo válidas hoy para nosotros. 
Moral del seguimiento. No masoquismo

Aparentemente, la propuesta de Jesús es renuncia, abnegación y sufrimiento. Sólo la apariencia. Lo que Jesús pide es radicalidad, integridad y coherencia. Estas actitudes giran en torno a la persona a quien decimos seguir –“por mí”, “por mi causa”-. Esto que Jesús pide lo ha vivido antes y lo ha practicado en su vida. Y su muerte, que podía parecer que eclipsaba la veracidad de sus consignas, quedó vencida y ensombrecida por su Resurrección. Ésta ilumina el resto de su vida para hacernos ver dónde está el auténtico valor del Reino de Dios, guiado por el amor.
El seguimiento de Jesús nos va a exigir hoy preocuparnos por Jesús, por lo que él dijo, por los dogmas, por las verdades religiosas en torno a Dios. Pero, donde vamos a encontrarle es en su vida, en sus actitudes, en su compasión, en su misericordia, y en los valores que él quiso para los integrantes del nuevo Reino de Dios. Practicar está muy bien, pero sólo cuando ponemos vida en esas prácticas, en esa religión. Entonces nunca habrá masoquismo ni pura negación en lo que hacemos, como no lo hubo nunca en Jesús y en sus actitudes, aunque su pasión y muerte pudiera denotar lo contrario.
“El que quiera… Si alguno quiere”. Tres consignas
Frases paradójicas a las que nos tiene acostumbrados Jesús, en forma de contrastes. Todo empieza con un “si alguien quiere…”. Libertad absoluta. Si alguno quiere seguir detrás de mí. Libertad, pero invitación.
Invitación a "negarse a sí mismo”. Jesús está organizando y conformando un grupo, el Reino de Dios, con unas identidades personales distintas que conformen la distinción del nuevo grupo. Quien quiera, libremente, pertenecer a ese “Reino” tendrá que prescindir y rechazar su “yo” anterior para adquirir el nuevo, la nueva identidad, que dé lugar a una nueva familia con unos lazos distintos también a los anteriores.
Invitación a “tomar la cruz”. No la cruz de Jesús, sino la de cada uno. Jesús se refiere a que sean consecuentes los que dicen querer seguirle con los condiciones que se les van a exigir. No todo vale, no todo sirve ni todo va a acarrear las mismas consecuencias. Seguir a Jesús va a ser distinto de seguir al César de turno o a otros dioses. Y esto es lo que está advirtiendo y proponiendo. Que todo el que quiera, que le siga, pero que sea cauto, no sea que no encuentre los “cirineos”, con los él sueña, en su camino.
Invitación a “seguirle”. Para esto, para el seguimiento, están puestas las consignas anteriores. Pero, aquéllas no se entienden del todo, sin ésta. La trabazón es perfecta, y Jesús lo completará con la última paradoja sobre el “salvar” la vida perdiéndola.

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