SEMINARISTAS AUTÉNTICOS Y COHERENTES
En muchas
de nuestras diócesis, en torno a la fiesta de San José suele celebrarse la
jornada del Seminario. Con este motivo
dedicamos hoy a nuestros seminarios una mirada llena de gratitud y de buenas
memorias y a nuestros seminaristas un guiño de afecto y de confiada
esperanza.
En la tarde
del sábado 6 de julio del año 2013 el Papa Francisco se encontró en el Aula
Pablo VI con miles de seminaristas, novicios y novicias y otros jóvenes en
camino vocacional. Habían llegado a Roma a celebrar con él un encuentro mundial
con motivo del Año de la Fe. Una peregrinación que tenía por lema “¡Me fío de
ti!”
El Papa fue
muy realista con los jóvenes. Les dijo que en este tiempo, tan marcado por la
provisionalidad, la vocación sacerdotal o religiosa no puede quedar señalada
por una fecha de caducidad. El Papa sabe que una elección definitiva es difícil
en una época de cambios acelerados. Pero es imprescindible la opción definitiva
tanto en el sacerdocio y en la vida religiosa como en el matrimonio.
En un
segundo momento, exhortaba a los jóvenes a vivir y a manifestar la alegría de
seguir a Cristo. Una alegría que no nace de la diversión, ni de las sensaciones
fuertes que tanto gustan a los jóvenes ni de las cosas que se tienen, aunque
sean el último modelo ni de las experiencias que ofrece el llamado “amor a
prueba”.
En tercer
lugar, el Papa recordaba a los jóvenes que la vocación no nace de la propia
elección. “Es la respuesta a una llamada y a una llamada de amor”, que lleva a no
encerrarse, sino abrirse, que lleva al servicio de la Iglesia.
En cuarto
lugar, el Papa mencionaba el celibato y el voto de castidad. No se trata de una
decisión momentánea, sino de un camino que madura hacia la paternidad pastoral
y hacia una fecundidad impensable. Esa fecundidad que es una fuente inagotable
de alegría.
En quinto
lugar, les recordaba que “para ser testigos felices del Evangelio es necesario
ser auténticos, coherentes…Hablar de autenticidad a los jóvenes no cuesta,
porque los jóvenes –todos- tienen este deseo de ser auténticos, de ser
coherentes”. Y de anunciar el Evangelio
con el testimonio de la propia vida.
En un sexto momento, reconocía el Papa que
todos somos pecadores, pero todos estamos llamados a vivir nuestra condición
con humildad y transparencia, como la mujer Samaritana, que abrió su conciencia
ante el Señor.
Finalmente,
el Papa decía los jóvenes que en su
formación hay cuatro pilares fundamentales: la vida espiritual, la vida
intelectual, la vida apostólica y la vida comunitaria que favorece la amistad y
la fraternidad, tan lejanas del aislamiento como de la disipación.
Recordando
aquella franca y espontánea conversación, pedimos para nuestros seminaristas la
doble salida que el Papa les aconsejaba: “una salida hacia el encuentro con
Jesús, hacia la trascendencia, y la otra hacia los demás, para anunciar a
Jesús”.
José-Román
Flecha Andrés
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