Nuevamente vemos que las acciones de Jesús suscitan reacciones encontradas; unos se admiran, otros se mantienen escépticos y piden una señal del cielo, y otros se ponen radicalmente en contra. La vida del cristiano es así muchas veces, nunca podremos contentar a todos y suscitar la simpatía en todos, ya que el mensaje del Reino no deja indiferente a nadie; la oposición es inevitable.
Dicen los Santos Padres al comentar esta perícopa del Evangelio, que Lucas, nos está presentando a Jesús como el nuevo y más grande profeta que prometió Moisés (Dt. 18,15), que renovaría centuplicados los prodigios del Éxodo; que actuaría –como Moisés- con el poder de Dios (“con el dedo de Dios”) y por eso el Reino de Dios ha llegado a nosotros.
El Papa Francisco dice sobre este Evangelio que podemos sacar de él dos certezas. La primera es que el demonio está contra Jesús, la amenaza es real, está en juego nuestra salvación eterna, no podemos ser ingenuos ni incautos. La segunda certeza es la necesidad de la vigilancia; ¿cómo custodiamos la gracia y el don del Espíritu Santo que se nos ha dado? (ver homilía del 11 de Octubre de 2013 en Santa Marta).
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