
Nos lo ha recordado el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica titulada precisamente “La alegría del Evangelio”. En efecto, “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (n. 1; cf. nn. 2; 4; etc.). Ya lo advertía el siervo de Dios Pablo VI en 1975: “Ojalá el mundo actual pueda recibir así la buena nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo” (Exhort. Apost. “Evangelii nuntiandi”, 80).
Un ejemplo del estilo de los nuevos evangelizadores y pastores que necesita nuestra Iglesia nos lo está ofreciendo cada día el Papa Francisco. En días pasados durante la visita ad limina, D.m., he podido verle muy de cerca y percibir la alegría que irradia y trasmite. Su mirada afable y su sonrisa abierta comunican un especie de vibración interior irresistible que contagia bondad, confianza y, sobre todo, el gozo y la ternura del Evangelio de Jesucristo que es, no lo olvidemos, mensaje de alegría y de esperanza. Con mi cordial saludo y bendición:
+ Julián, Obispo de León
No hay comentarios:
Publicar un comentario