Muchas de las tribulaciones que afectan
la vida del hombre de hoy las podemos encontrar reflejadas también en la Biblia, tanto en el Antiguo
como en el Nuevo Testamento. Pero especialmente en libro del Éxodo se recogen
las quejas del pueblo de Israel tras abandonar el país de Egipto y peregrino
por el desierto.
Cada vez que el pueblo se queja, Moisés se
presenta ante Dios para elevar su súplica en nombre del pueblo,
y Dios siempre escucha la oración y obra en su favor
para ir conduciendo a los israelitas hacia la tierra prometida.
El capítulo 16 del libro del Éxodo recoge las quejas del pueblo hambriento,
en el desierto no se encuentra comida y el recuerdo de cuanto podían tener en
Egipto les hace soñar. También cada uno tenemos
nuestro buen recuerdo de un tiempo pasado o de un lugar ya superado, y
recordamos lo bueno, no las dificultades ni las angustias que
aquellos momentos también llevaban consigo, y nos quejamos del hoy que nos hace
sufrir por la incertidumbre que cada momento presente lleva consigo.
En el desierto, el pueblo tiene hambre y Dios le da el maná, una comida
desconocida, de la que podrán saciarse cada día, pero cada uno sólo podrá recoger aquello que necesita para un día, sin acumular, porque aquello que
se pretende guardar, se echa a perder.
Como los israelitas en el desierto quizás
también nosotros desconfiamos muchas veces de Dios, y también buscamos
guardar aquello que podrá saciar nuestra hambre, o nos ayudará a solucionar las
dificultades, guardamos por si la promesa no se cumpliera, por si el Señor nos
fallara, como si su amor pudiera ser solo para un día, cuando verdaderamente
experimentamos en todo momento su amor y su bendición.
Carmen Solé
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