JESÚS QUIERE DECIRTE ALGO HOY

Foto: Dios tiene algo que decirte hoy

Jesús se presenta por la mañana en la playa –o quién sabe si fue la mañana la que se presentó al llegar Jesús-. Y con Jesús, todo fue nuevo, todo fue mañana, pesca abundante, luz y sentido, “aunque los discípulos no sabían todavía que era Jesús”. Y, para que no escogieran el sitio equivocado, les sugirió dónde tenían que echar las redes. Y surgió el milagro; y, con él, el doble fracaso: la pesca y la “ceguera” de no reconocer a Jesús. Fracasos que Jesús solventó a su modo.
“Juan –aquel discípulo a quien Jesús tanto quería- dice a Pedro: ‘Es el Señor’”. Qué lección. ¡Y seguro que entonces no se hablaba como ahora de la autoestima! Juan amaba y, lo que era más importante, se sentía amado por Jesús. Y aquella conjunción de amores le hizo tan distinto que, viendo todos lo mismo, sólo Juan distingue a Jesús. Sólo él tiene los ojos y el corazón tan limpios como para poseer aquella clarividencia que les faltaba a los demás.
“Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua”. Hay que preguntar a Juan, es el que más y mejor ve, quizá porque es el que más y mejor ama. Pero, cuando Juan nos señala quién es Jesús, hay que imitar a Pedro. No basta con conocer, con saber. Hay que ser coherentes y “mojarse”, aunque estemos o nos sintamos desnudos. Hay que lanzarse al agua de la vida. Allí es donde se encuentran los demás, aquellos a quienes hemos sido enviados; y allí, en la orilla, es donde nos está esperando él, con los brazos abiertos y con la mesa puesta.

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