Pensé que era un sueño que en el despacho de un abogado había desaparecido la justicia; y que de la escuela del maestro se escaparon los valores humanos.
Pensé que era un sueño que en el gabinete de un psicólogo no había ya armonía interior; y que los gimnasios servían solo para dormir la siesta.
Pensé que era un sueño que en la casa de un obrero ya no quedaba pan para compartir;
y que en la casa de un estudiante no había libros de ideales profundos.
Por unos momentos pensé que se había ido de viaje la solidaridad, abandonando la casa de un altruista; y que los premios Nobel de la paz se concedían a quienes armaban más guerras.
Por unos momentos pensé que aquellas ideas no se parecían en nada a la realidad de justicia y equilibrio que yo quería para mi planeta; y que, quizá, todos esos pensamientos no existían nada más en un desafortunado sueño.
Leí la Palabra de Dios e hice vida las palabras de Jesús y desperté del mal sueño y aprendí a multiplicar los panes y los peces, para que nadie pase necesidad.
En otro día aprendí del maestro, Jesús, a contratar obreros sin cometer injusticias, pero pagando a todos por igual, aunque llegaran a la última hora.
Aprendí a interpretar el evangelio para aplicar las claves con las que cambiar la injusta realidad, aunque a veces se confunda con nuestros peores sueños.
Leí la Palabra de Dios e hice vida las palabras de Jesús y desperté del mal sueño y aprendí a multiplicar los panes y los peces, para que nadie pase necesidad.
En otro día aprendí del maestro, Jesús, a contratar obreros sin cometer injusticias, pero pagando a todos por igual, aunque llegaran a la última hora.
Aprendí a interpretar el evangelio para aplicar las claves con las que cambiar la injusta realidad, aunque a veces se confunda con nuestros peores sueños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario