Después de la muerte del
Maestro, los discípulos se habían dispersado; su fe se deshizo, todo parecía
que había terminado, derrumbadas las certezas, muertas las esperanzas. Pero
entonces, aquel anuncio de las mujeres, aunque increíble, se presentó como un
rayo de luz en la oscuridad. La noticia se difundió: Jesús ha resucitado, como
había dicho… Y también el mandato de ir a Galilea; las mujeres lo habían oído
por dos veces, primero del ángel, después de Jesús mismo: «Que vayan a Galilea;
allí me verán».
Galilea es el lugar de la primera llamada, donde
todo empezó. Volver allí, volver al lugar de la primera llamada. Jesús pasó por
la orilla del lago, mientras los pescadores estaban arreglando las redes. Los
llamó, y ellos lo dejaron todo y lo siguieron (cf. Mt 4,18-22).
Volver a Galilea quiere decir releer todo a
partir de la cruz y de la victoria. Releer todo: la predicación, los milagros,
la nueva comunidad, los entusiasmos y las defecciones, hasta la traición;
releer todo a partir del final, que es un nuevo comienzo, de este acto supremo
de amor.
También para cada uno de nosotros hay una
«Galilea» en el comienzo del camino con Jesús. Volver a Galilea significa sobre
todo volver allí, a ese punto incandescente en que la gracia de Dios me tocó al
comienzo del camino. este texto el
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