El Señor no quiere a sus discípulos encerrados, atenazados por el miedo, la tristeza, la dureza del momento o el derrotismo. Él llama… para implicar a sus enviados hasta “exponerles”. Sabe que les amenazan y hacen temer tantos factores. De ahí, una de sus promesas más repetidas a los suyos en la historia bíblica: “No temas/No temáis”. Les previene y les prepara, les invita cariñosamente a no amilanarse, a no achantarse: “Yo estoy con vosotros hasta el final de los tiempos”.
Lo que no es posible para el ser humano, encogido a menudo ante la historia y el mundo, es posible para Dios. Este Dios que envía, en cuyo nombre asumimos una misión que nos supera por todos los lados, es de fiar y cumple siempre su palabra: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo y seréis mis testigos”.
Algunos hermanos nuestros, estudiantes en el colegio internacional que la Orden tiene en Roma, con motivo de la Pascua, han empezado a salir a las calles de la "ciudad eterna" a anunciar, con el canto y la danza, que Jesucristo vive y que nada ni nadie podrán jamás separarnos de su amor. ¡En Él, por Él y con Él hay siempre futuro, vida y alegría!
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