La cigüeña, desde lo alto de la torre observa nuestro caminar, y nos mira… ¿Qué pensará la cigüeña? ¿Qué tendrá que decirme desde su altura?
La cigüeña teje con paciencia sin límites, el nido con los materiales que encuentra en incesantes viajes. Con toda porquería, cualquier basura le sirve para elaborar el nido: telas, plásticos, cartones, latas, ramas, excrementos, etc. etc. Es maestra en el arte del reciclaje y de la reutilización.
No está tan preocupada por la pureza de los materiales como de acomodar bien los elementos. Le preocupa la vida que llega. En gran medida, la vida consiste en INTEGRAR lo bueno y lo malo: acoger todo tu pasado, también lo que en él fue basura, lo que no te gustó de ti, o de los demás, y tener la humildad y la sabiduría de la cigüeña, que se preocupa, no tanto de sí misma, como de la vida que está para llegar, o que ya ha llegado y hay que abrigar. El santo no es un hombre perfecto, sino una persona integrada, decía sabiamente aquel libro de San Francisco, Ternura y Vigor.
Teje, con todo lo que te acontezca en la vida un nido para la sorpresa de Dios en ti. Para quien ama, nada de sí y de los demás es despreciable, Dios reutiliza nuestras pobrezas para citarnos con la Vida. Sé como la cigüeña. No te mires tanto a ti mismo… “Vale la pena dejar de llorar y hacer cita con el porvenir, vale la pena vivir”
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