Enfoques en el año de la vida
consagrada
¿… Qué es desaprender?
Escrito por Alejandro Suárez, CMF.
Cada día se aprende algo. En un mundo cada vez más desconcertante, urge la necesidad de desaprender y aprender cada día algo. La vida religiosa tiene que estar en esta misma actitud: aprender y desaprender.
Desaprender una mentalidad cuantitativa, cuando en el fondo lo que importa es lo cualitativo. Tampoco hay que conformarse con poco, sino mantener la sana tensión de anunciar el Evangelio a todas las personas posibles. El problema radica cuando se quiere establecer un criterio mensurable de éxito, cuando lo único necesario es la fidelidad a la que Dios nos llama. Cuando en la vida religiosa se busca el prestigio, surge una distancia con el fundamento de nuestra existencia: Cristo. Si contemplamos su vida, es un auténtico “fracaso”. El “fracaso” de la Cruz. Es cuestión de ser fiel como Jesús lo fue hasta el final. Y éste es nuestro aprendizaje. Si hay que desaprender no es para lamentarnos de los errores cometidos, sino para mirar el futuro con Esperanza. Esto no quiere decir que en la vida religiosa todo sea igual. Siempre ha habido, hay y habrá consagrados y consagradas que se han dejado llevar plenamente por el Espíritu Santo, y han sabido captar la esencia de esta forma de vida. Y retomando la acción del Espíritu, hallamos que bajo su luz, se descubren nuestras luces y nuestras sombras. En este sentido, la humildad es una virtud que debería estar “aprendida y aprehendida”.
Cada día se aprende algo. En un mundo cada vez más desconcertante, urge la necesidad de desaprender y aprender cada día algo. La vida religiosa tiene que estar en esta misma actitud: aprender y desaprender.
Desaprender una mentalidad cuantitativa, cuando en el fondo lo que importa es lo cualitativo. Tampoco hay que conformarse con poco, sino mantener la sana tensión de anunciar el Evangelio a todas las personas posibles. El problema radica cuando se quiere establecer un criterio mensurable de éxito, cuando lo único necesario es la fidelidad a la que Dios nos llama. Cuando en la vida religiosa se busca el prestigio, surge una distancia con el fundamento de nuestra existencia: Cristo. Si contemplamos su vida, es un auténtico “fracaso”. El “fracaso” de la Cruz. Es cuestión de ser fiel como Jesús lo fue hasta el final. Y éste es nuestro aprendizaje. Si hay que desaprender no es para lamentarnos de los errores cometidos, sino para mirar el futuro con Esperanza. Esto no quiere decir que en la vida religiosa todo sea igual. Siempre ha habido, hay y habrá consagrados y consagradas que se han dejado llevar plenamente por el Espíritu Santo, y han sabido captar la esencia de esta forma de vida. Y retomando la acción del Espíritu, hallamos que bajo su luz, se descubren nuestras luces y nuestras sombras. En este sentido, la humildad es una virtud que debería estar “aprendida y aprehendida”.
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