1Jn
2,22-28: “Quien niega al Hijo, tampoco posee al Padre”
Jn
1,19-28: “¿Tú quién eres?”
Enero 2
Los
judíos de Jerusalén enviaron sacerdotes y levitas a Juan, a preguntarle quién
era. Y él confesó claramente: “Yo no soy el Mesías”. Le volvieron a preguntar:
“¿Quién eres, pues? ¿El profeta Elías?”. Juan dijo: “No lo soy”. Ellos
insistieron: “Entonces, ¿eres el profeta que había de venir?”. Contestó: “No”.
Le dijeron: “¿Quién eres, pues? Tenemos que llevar una respuesta a los que nos
han enviado. ¿Qué puedes decirnos acerca de ti mismo?”. Juan les contestó: “Yo
soy, como dijo el profeta Isaías, ‘Una voz que grita en el desierto: ¡Abrid un
camino recto para el Señor!’” Los que habían sido enviados por los fariseos a
hablar con Juan, le preguntaron: “Pues si no eres el Mesías ni Elías ni el
profeta, ¿por qué bautizas?”. Juan les contestó: “Yo bautizo con agua, pero
entre vosotros hay uno que no conocéis: ése es el que viene después de mí. Yo
ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias”. Todo esto sucedió
en el lugar llamado Betania, al oriente del río Jordán, donde Juan estaba bautizando.
Preparación: Dejemos atrás el ruido
con el que en todas partes se suele comenzar el nuevo año. Hagamos un poco de
silencio para formularnos una vez más las preguntas más importantes: ¿Quién soy
yo? ¿Dónde estoy? ¿A qué he venido? ¿Qué se espera de mí? ¿Y qué puedo esperar
yo?
Lectura: La lectura continua de la
primera carta de Juan nos muestra la preocupación que embargaba a una de las
primeras comunidades cristianas. Se ve que había algunos hermanos que no
aceptaba a Jesús como Mesías y Salvador. La carta afirma con rotundidad: “Quien
niega al Hijo, tampoco posee al Padre. En el texto evangélico aparece de nuevo
la figura de Juan el Bautista. Los representantes del Templo de Jerusalén
desean saber quién es y qué pretende: “¿Tú quién eres?” Juan responde con
sinceridad. No pretende arrogarse una misión que no le corresponde. En el libro
de Isaías se anunciaba una voz que invitaba a preparar en el desierto un camino
para el retorno de los exiliados. Con esa voz se identifica Juan. Pero él sabe
que el Mesías está ya presente.
Meditación: En su exhortación sobre “El
anuncio del Evangelio”, el papa Pablo VI escribía que si un grupo de personas
viven entre nosotros de acuerdo con unos valores que no son los habituales
suscitan algunas preguntas como éstas: ¿Quiénes son? ¿Por qué están aquí?
¿Quién los envía? Pues bien, esas preguntas son el comienzo de la
evangelización. Como Juan, estamos llamados a ser testigos del Señor. A pesar
de las apariencias, Él está entre nosotros. Su vida y su mensaje traen la
salvación y revelan el sentido último de nuestra existencia.
Oración: Señor Jesús, te damos gracias
por habernos llamado y enviado a anunciar tu presencia en este mundo. Líbranos
de toda arrogancia. Danos luz y generosidad para preparar tus caminos con
humildad y convicción.
Contemplación: Una vez más peregrinamos
con el espíritu a las orillas del Jordán- Aplicamos nuestros sentidos para
escuchar la voz de Juan y sentir los murmullos de las gentes que se acercan
hasta él. Contemplamos a este hombre que recuerda la figura del profeta Elías.
Y observando sus gestos nos preguntamos quién es el Mesías cuyo camino él
quiere preparar. ¿Qué significa para nosotros? ¿Cómo podemos acogerlo en
nuestra vida? ¿Y cómo podemos preparar su manifestación en nuestro mundo?
Acción: Hoy podemos detenernos a
escribir un proyecto de vida para este año que estamos iniciando. Revisamos los
proyectos que hemos asumido y las tareas que nos aguarda. Y, sobre todo, las
actitudes que deberíamos rectificar.
José-Ramón Flecha Andrés
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