
Hoy empezamos de nuevo la Cuaresma y la sensación de muchos puede que sea esta: “es que no cambio”, “un año más y sigo igual”. Pues es verdad; no cambiamos. O por lo menos no tanto y de manera tan radical como nos gustaría. Caemos en errores parecidos, repetimos una y mil veces ese gesto que nos disgusta, volvemos a pronunciar la palabra que hiere, seguimos con la sensación de acompañar a Jesús pero de lejos…
Sin embargo esta es sólo una parte de la historia. La otra cara de la moneda –la Buena Noticia– es que Dios tampoco cambia. Que Él no espera que nos convirtamos en personas distintas, que claro que sabe que somos frágiles y muchas veces nos sentiremos rotos, que nos mira con ternura porque intuye nuestros deseos de amar…
E Ignaciana
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