El verano pasado, enviado por el Voluntariado Misionero Mª Ana Mogas tuve la oportunidad de hacer las maletas, salir de Madrid y encontrarme con el mismo Dios que se encarna en las gentes sencillas y trabajadoras de Bolivia y en los paisajes de esta tierra bendecida por Él. Enclavada en el corazón de Sudamérica, Bolivia es el país más pobre de la región y el segundo más pobre de toda Latinoamérica.
En uno de los barrios más humildes de Santa Cruz de la Sierra está inserta la comunidad de hermanas Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor con la que tuve la oportunidad de vivir en fraternidad y realizar esta experiencia misionera. El barrio es escenario habitual de conflictos, tráfico de drogas y otros negocios ilegales. Pero es también el entorno en que vive mucha gente sencilla que lucha por labrarse un mañana mejor. Allí las hermanas desarrollan un increíble trabajo que comprende el acompañamiento pastoral a las comunidades cristianas de las diversas capillas y tareas de promoción humana, labor sanitaria y misión itinerante en las zonas rurales. Desde la sencillez, nuestras hermanas están atentas a cualquier necesidad… y a diario son muchas las que se presentan. Allí, gracias a la generosidad de muchos amigos de LADESOL hoy es una realidad el Centro de Educación Alternativa María Ana Mogas (CEAMAM) donde, además de tener un comedor para niños y ancianos, los más jóvenes pueden disfrutar de apoyo escolar, clases de informática, bordado... Allí, con nuevas ayudas que seguro llegarán del corazón y las manos generosas de hermanos con más recursos, se podrá seguir llegando este año hasta las comunidades más alejadas en el campo para llevar un mensaje de esperanza y acompañar a sus gentes en las dificultades del día a día.
En uno de los barrios más humildes de Santa Cruz de la Sierra está inserta la comunidad de hermanas Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor con la que tuve la oportunidad de vivir en fraternidad y realizar esta experiencia misionera. El barrio es escenario habitual de conflictos, tráfico de drogas y otros negocios ilegales. Pero es también el entorno en que vive mucha gente sencilla que lucha por labrarse un mañana mejor. Allí las hermanas desarrollan un increíble trabajo que comprende el acompañamiento pastoral a las comunidades cristianas de las diversas capillas y tareas de promoción humana, labor sanitaria y misión itinerante en las zonas rurales. Desde la sencillez, nuestras hermanas están atentas a cualquier necesidad… y a diario son muchas las que se presentan. Allí, gracias a la generosidad de muchos amigos de LADESOL hoy es una realidad el Centro de Educación Alternativa María Ana Mogas (CEAMAM) donde, además de tener un comedor para niños y ancianos, los más jóvenes pueden disfrutar de apoyo escolar, clases de informática, bordado... Allí, con nuevas ayudas que seguro llegarán del corazón y las manos generosas de hermanos con más recursos, se podrá seguir llegando este año hasta las comunidades más alejadas en el campo para llevar un mensaje de esperanza y acompañar a sus gentes en las dificultades del día a día.
En esta realidad cada día es una oportunidad para hacer vida y comprender el mensaje de las bienaventuranzas; cada día Jesús llama a la puerta pidiendo ayuda, encarnado en un niño que sufre las consecuencias de haber nacido en el seno de una familia desestructurada; o de un anciano que padece hambre y al que, con una pensión de 25 euros mensuales le piden 150 para atender su infección de boca; o de una mujer que tiene que afrontar solo con la ayuda de su pequeño la enfermedad del cáncer... Y es ahí donde se pone en marcha el mecanismo del amor y la creatividad evangélica para dar respuestas y tender la mano. Ahí es donde pude ver el milagro mismo de la vida.
Otra parte de mi misión se desarrolló lejos de Santa Cruz, en el pueblo de Moro Moro, un lugar rodeado de valles y montañas, lejos de todo y de todos. Las hermanas realizan aquí una “misión itinerante” para acompañar a estas personas de las que pocos o nadie se acuerda: enfermos que saben que no tendrán una ambulancia a la puerta que les traslade a ningún hospital y que intentan encontrar esperanza en el sufrimiento; mujeres que quieren compartir contigo sus ilusiones por un futuro mejor, jóvenes que esperan que alguien crea en ellos…
Sabemos que no vamos a transformar las realidades de los sitios a los que llegamos como voluntarios, pero queremos conocerlas y acompañarlas desde el Evangelio, tal como lo harían Francisco y María Ana. Ahora toca continuar la labor en nuestros lugares de origen, pero sin perder el contacto con aquella realidad y apoyándola desde aquí. ¡La misión es de todos y aún queda mucho por hacer!
Javi Ortega Santos
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