Anunciación del Señor, Solemnidad
Is
7,10-14; 8,10
Hb
10,4-10
Lc
1,26-38 MARZO 25
En
aquel tiempo envió Dios al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea llamado
Nazaret, a visitar a una joven virgen llamada María que estaba comprometida
para casarse con un hombre llamado José, descendiente del rey David. El ángel
entró donde ella estaba, y le dijo: “¡Te saludo, favorecida de Dios! El Señor
está contigo”. Cuando vio al ángel, se sorprendió de sus palabras, y se
preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: “María, no tengas
miedo, pues tú gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un
hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será un gran hombre, al que llamarán Hijo
del Dios altísimo: y Dios el Señor lo hará rey, como a su antepasado David, y
reinará por siempre en la nación de Israel. Su reinado no tendrá fin”. María
preguntó al ángel: “¿Cómo podrá suceder esto, si no vivo con ningún hombre?”.
El ángel le contestó: “El Espíritu Santo se posará sobre ti y el poder del Dios
altísimo se posará sobre ti como una nube. Por eso, el niño que va a nacer será
llamado Santo e Hijo de Dios. También tu parienta Isabel, a pesar de ser anciana,
va a tener un hijo; la que decían que no podía tener hijos está encinta desde
hace seis meses. Para Dios no hay nada imposible”. Entonces María dijo: “Soy la
esclava del Señor. ¡Que Dios haga conmigo como me has dicho!”. Con esto, el
ángel se fue.
Preparación: En uno de sus sermones,
San Juan de Ávila mostraba su extrañeza por la escasa importancia que
concedemos al misterio de la Encarnación del Verbo de Dios: “Hoy se hizo Dios
hombre por los hombres. Creed que si se hiciera piedra, que hablaran hoy las
piedras, dándole gracias por tantas mercedes”.
Lectura: En la profecía de Isaías se
anuncia que una doncella concebirá y dará a luz un hijo, que llevará el nombre
simbólico de Emmanuel”, es decir “dios con nosotros”. En el saludo del ángel
Gabriel a María sobresalen algunas palabras que evocan la alegría, la gracia y
la bendición. Otras palabras se refieren al anunciado, al que el ángel presenta como Hijo de Dios, Hijo del
Altísimo y como rey del linaje de David. Y hay, finalmente otra palabra que reúne
a las anteriores y las hace compatibles. Es la palabra “Jesús”. Con su solo
nombre se revela la misión del hijo que se anuncia a María: “Dios es
salvación”. El prefacio litúrgico proclama que “así Dios cumplió sus promesas
al pueblo de Israel y colmó de manera insospechada la esperanza de los otros
pueblos”.
Meditación: Hoy meditamos también las
respuestas de María a las palabras del ángel. “Aquí está la esclava del Señor”.
María puede recordar a los esclavos hebreos que fueron liberados de Egipto por la
mano del Señor. Pero la que se considera esclava para aceptar la palabra de
Dios, consigue para nosotros la verdadera libertad. “Hágase en mí según tu
palabra”. La palabra del Creador repetía “hágase” e iban surgiendo los mares y
la tierra, las plantas y los animales y hasta el mismo ser humano. Con su
aceptación de la palabra creadora de Dios, en María se inicia la nueva
creación, nacida de la voluntad amorosa de su Señor.
Acción: Hoy deberíamos preguntarnos en
qué manera podemos vivir el gozo del evangelio y contribuir a la nueva
evangelización que el Señor confía hoy a su Iglesia y a cada uno de los
cristianos.
Oración: “Señor, derrama tu gracia sobre
nosotros para que, habiendo conocido por el anuncio del ángel, la encarnación
de tu Hijo Jesucristo, por su pasión y su cruz lleguemos a la gloria de la
resurrección. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén”.
Contemplación: Hay muchas
representaciones artísticas de la Anunciación a María. Podemos elegir una de
ellas para contemplar la atención que María presta a las palabras que le dirige
el ángel del Señor. Siguiendo al mismo San Juan de Ávila, podemos considerar
que hoy es día del remedio del mundo, pues se anuncia al Salvador; día de redención
de cautivos, pues nos libra de nuestro pecado; día de desposorios entre la
divinidad y la humanidad; y día de dar grandes limosnas, a la luz de la Que
Dios no ha dado en Jesucristo.
José-Román Flecha Andrés
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