Ambientación. En el lugar donde se va a celebrar se colocan en un lugar visible cuencos con semillas y ocupando el centro de la celebración una planta o un ramo de flores.
Motivación. Hoy Jesús llega hasta nosotros y nos da la salvación, pone en nuestro interior semillas nuevas de Vida y Resurrección.
Se escucha una música suave mientra se entrega a cada uno de los participantes un cuenco con semillas.
Se escucha de nuevo una música suave. Proclamación de la Palabra: parábola del sembrador (Mt 13,1-9).
Pensamos qué queremos hacer con el cuenco de nuestra vida, qué queremos hacer con nuestras semillas para que tengan vida abundante, para que todos ¡untos formemos una gran espiga que lleve a nuestro mundo de hoy una vida llena de esperanza y de amor.
Cantamos juntos (o escuchamos) la canción: «Id y enseñad» de Cesáreo Gabaraín.
Después de unos momentos de silencio, cada miembro del grupo, comunidad o familia puede ir expresando de forma sencilla cómo siente sus semillas, cómo siente su vida nueva en ese momento. Al terminar su intervención, cada uno va depositando su cuenco junto a las flores o la planta y se canta de nuevo el estribillo: «Id, amigos, por el mundo, anunciando el amor...».
Terminamos la celebración con la oración en común al Señor que hace crecer en nosotros la vida.
Señor de la Vida,
que has puesto en nosotros
las semillas más hermosas.
Queremos cuidarlas,
ayudarlas a crecer
para que se conviertan
en frutos de amor,
de comprensión y esperanza.
Señor de la vida,
te damos las gracias
por toda la riqueza
que has depositado
en nuestro interior.
Sentimos como crece ¡unto a Ti
nuestra ilusión, nuestra fuerza y alegría.
Nos sentimos vivos
y queremos compartir con todos
nuestras semillas de Vida y Resurrección.
Señor de la Vida,
contempla con amor el cuenco
de nuestra vida
y bendice nuestras semillas.
Motivación. Hoy Jesús llega hasta nosotros y nos da la salvación, pone en nuestro interior semillas nuevas de Vida y Resurrección.
Se escucha una música suave mientra se entrega a cada uno de los participantes un cuenco con semillas.
Presentación del símbolo. Cada uno de nosotros tenemos entre las manos un cuenco con semillas. El cuenco es nuestra vida con los semillas nuevas que ha depositado en ella el Señor. Son semillas que hemos de cuidar para que den vida abundante. Son semillas de ternura, de perdón, de sonrisas, de esperanza... Las contemplamos en silencio. Contemplamos cómo es nuestra vida, cuando esas semillas creces y se multiplican. Contemplamos cómo es la tierra, nuestra tierra, donde están depositadas.
Se escucha de nuevo una música suave. Proclamación de la Palabra: parábola del sembrador (Mt 13,1-9).
Pensamos qué queremos hacer con el cuenco de nuestra vida, qué queremos hacer con nuestras semillas para que tengan vida abundante, para que todos ¡untos formemos una gran espiga que lleve a nuestro mundo de hoy una vida llena de esperanza y de amor.
Cantamos juntos (o escuchamos) la canción: «Id y enseñad» de Cesáreo Gabaraín.
Después de unos momentos de silencio, cada miembro del grupo, comunidad o familia puede ir expresando de forma sencilla cómo siente sus semillas, cómo siente su vida nueva en ese momento. Al terminar su intervención, cada uno va depositando su cuenco junto a las flores o la planta y se canta de nuevo el estribillo: «Id, amigos, por el mundo, anunciando el amor...».
Terminamos la celebración con la oración en común al Señor que hace crecer en nosotros la vida.
Señor de la Vida,
que has puesto en nosotros
las semillas más hermosas.
Queremos cuidarlas,
ayudarlas a crecer
para que se conviertan
en frutos de amor,
de comprensión y esperanza.
Señor de la vida,
te damos las gracias
por toda la riqueza
que has depositado
en nuestro interior.
Sentimos como crece ¡unto a Ti
nuestra ilusión, nuestra fuerza y alegría.
Nos sentimos vivos
y queremos compartir con todos
nuestras semillas de Vida y Resurrección.
Señor de la Vida,
contempla con amor el cuenco
de nuestra vida
y bendice nuestras semillas.
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