Jueves Santo
Ex
12,1-8.11-14
1Co
11,23-26
Jn
13,1-15
ABRIL 2
Era la
víspera de la fiesta de la Pascua. Jesús sabía que le había llegado la hora de
dejar este mundo para ir a reunirse con el Padre. Él siempre había amado a los
suyos que estaban en el mundo, y así los amó hasta el fin. El diablo ya había
metido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la idea de traicionar a
Jesús. Durante la cena, Jesús, sabiendo que había venido de Dios, que volvía a
Dios y que el Padre le había dado toda autoridad, se levantó de la mesa, se
quitó la ropa exterior y se puso una toalla a la cintura. Luego vertió agua en
una palangana y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con
la toalla que llevaba a la cintura. Cuando iba a lavar los pies a Simón Pedro,
éste le dijo: “Señor, ¿vas tú a lavarme los pies?”. Jesús le contestó: “Ahora
no entiendes lo que estoy haciendo, pero más tarde lo entenderás”. Pedro dijo:
“¡Jamás permitiré que me laves los pies!”. Respondió Jesús: ”Si no te los lavo
no podrás ser de los míos”. Simón Pedro le dijo: “¡Entonces, Señor, no sólo los
pies, sino también las manos y la cabeza!”. Pero Jesús le respondió: “El que
está recién bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está
limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos”. Dijo: “No estáis limpios
todos”, porque sabía quién le iba a traicionar”. Después de lavarles los pies,
Jesús volvió a ponerse la ropa exterior, se sentó de nuevo a la mesa y les
dijo: “¿Entendéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y
tenéis razón porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y Señor, os he lavado los
pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado un
ejemplo para que vosotros hagáis lo mismo que yo os he hecho”.
Preparación: En la misa vespertina del jueves santo celebramos la cena del
Señor. La antigua liberación de los hebreos se ha hecho realidad definitiva
gracias Jesús, el cordero de la nueva pascua. San Pablo recuerda cómo Jesús
entregó su propia vida en la entrega del pan y del vino. “Esto es mi cuerpo que
se entrega por vosotros… Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre”. Como decía
Pablo VI, “¡qué breves y qué densas, que sencillas y profundas son estas
palabras!”. Con razón, en cada eucaristía, anunciamos, su muerte, proclamamos
su resurrección y manifestamos nuestro deseo de que venga a juzgar a los vivos
y los muertos, completando su obra de salvación.
Lectura: La lectura del evangelio de Juan (13,1-15) nos presenta a
Jesús, lavando los pies a sus discípulos, para darnos ejemplo de humildad y de
mutuo servicio en el amor. Así dice Jesús: “Si yo, el Maestro y el Señor, os he
lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he
dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo
hagáis”.
Meditación: En la celebración vespertina del Jueves Santo, recordamos y
agradecemos la institución de la eucaristía, la misión del sacerdocio
ministerial y el mandato supremo del amor mutuo, a ejemplo de Jesús. Estos tres
dones centran nuestra meditación en este día sagrado. Por ellos damos gracias
en la adoración eucarística de esta tarde-noche. En ella meditamos las palabras
que el prefacio de hoy refiere a Jesús: “Su carne, inmolada por nosotros, es
alimento que nos fortalece; su sangre derramada por nosotros, es bebida que nos
purifica”.
Oración: Con espíritu agradecido hacemos nuestra la oración colecta de la
Iglesia reunida este día ante el misterio de la eucaristía: “Señor Dios
nuestro, nos has convocado esta tarde para celebrar aquella misma memorable
Cena en que tu Hijo, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el
banquete de su amor, el sacrificio nuevo de la Alianza eterna; te pedimos que
la celebración de estos misterios nos lleve a alcanzar plenitud de amor y de
vida. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen”.
Contemplación: En el evangelio según san Juan, el lavatorio de los pies es el
equivalente a la institución de la Eucaristía, que se recuerda en los tres
evangelios sinópticos. Ambos gestos nos revelan la entrega de Jesús. En el
primero de ellos contemplamos a Jesús como el Señor que se hace siervo. En el
otro lo contemplamos como el Maestro que entrega su vida en alimento y en
bebida.
Acción: En este día del amor fraterno
nos preguntamos a que hermanos deberíamos mostrar nuestro amor cristiano, por
medio de gestos fácilmente perceptibles como los de Jesús.
José-Román Flecha Andrés
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