MARTES I
Hch 2,36-41
Jn 20,11-18
ABRIL 7
María se quedó
fuera, junto al sepulcro, llorando. Y llorando como estaba, se agachó a mirar
dentro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el
cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y el otro a los pies. Los ángeles le
preguntaron: “Mujer, ¿por qué lloras?”. Ella les dijo: “Porque se han llevado a
mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Apenas dicho esto, volvió la cara y vio
allí a Jesús, aunque no sabía que fuera él. Jesús le preguntó: “Mujer, ¿por qué
lloras? ¿A quién buscas?”. Ella, pensando que era el que cuidaba el huerto, le
dijo: “Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, para que yo
vaya a buscarlo”. Jesús entonces le dijo: “¡María!” Ella se volvió y le
respondió en hebreo: “¡Rabuni! (que quiere decir ‘Maestro’)”. Jesús le dijo:
“Suéltame, porque todavía no he ido a reunirme con mi Padre. Pero ve y di a mis
hermanos que voy a reunirme con el que es mi Padre y vuestro Padre, mi Dios y
vuestro Dios”. Entonces fue María Magdalena y contó a los discípulos que había
visto al Señor, y también lo que él le había dicho.
Preparación: “La misericordia del Señor llena la
tierra”. Así lo proclamamos hoy con el salmo 32. El Dios misericordioso había
liberado a Israel de la esclavitud de Egipto y lo había guiado por el desierto.
En la plenitud de los tiempos, Dios nos entrega a su hijo Jesús en la cruz. Y
no nos abandona en nuestra culpa y en nuestra soledad.
Lectura: En el discurso pronunciado el día de
Pentecostés, Pedro incluye una frase muy importante: “Todo Israel esté cierto
de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido
Señor y Mesías”. Junto al testimonio de Pedro, hoy percibimos la fuerza del
testimonio de María Magdalena, recogido por el evangelio. María no se resigna a
la ausencia de Jesús. Lo busca, cuando encuentra vacía su tumba. Recibe un mensaje
y lo transmite. Anunciar a todo el mundo que “hemos visto al Señor” es el
resumen de la evangelización.
Meditación: Nos impresiona la primera frase que el
evangelio pone hoy en los labios de María Magdalena: “Se han llevado a mi Señor
y no sé dónde lo han puesto”. María llora porque no encuentra al Señor. En
realidad ése debería ser el único motivo de nuestras lágrimas. Podemos
preguntarnos si, en nuestro tiempo, no será ese el lamento de la humanidad. Son
muchos los que no saben dónde hemos puesto al Señor los que decimos seguir sus
pasos y conservar su memoria. Pero escuchamos también a Jesús que confía a
Magdalena la tarea de reunir a los discípulos. Jesucristo resucitado renueva su
confianza en los discípulos que ha elegido.
Oración: Señor Jesús, reconocemos que no hemos
sido fieles a tu llamada. A veces tenemos la impresión de haberte perdido para
siempre. Gracias porque tú sales a nuestro encuentro, nos renuevas tu confianza
y nos confías la tarea de anunciar tu presencia en el mundo. Amén.
Contemplación: Es muy conocida la pintura del
Correggio, en la que aparece María Magdalena pretendiendo abrazar los pies de
Jesús, mientras él levanta su brazo derecho como para apuntar a los cielos. Hoy
contemplamos esa escena. Con la secuencia de Pascua le preguntamos: “¿Qué has
visto de camino, María, en la mañana? “A mi Señor glorioso, la tumba
abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi
amor y mi esperanza”. Apreciamos la fidelidad que lleva a María Magdalena a
buscar al Señor. Con razón ha sido calificada con frecuencia como “Apóstol de
los Apóstoles”. Ella ha de transmitirles la “buena noticia” de la resurrección
de Jesús. Eso la convierte en modelo para todos los evangelizadores .
Acción: Hoy podemos leer la introducción con la que se abre
la exhortación La alegría del Evangelio,
publicada recientemente por el Papa Francisco. Seguramente nos ayudará a
descubrir la alegría de la vida cristiana.
José-Román Flecha Andrés
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