MUCHOS VOLVIERON A DIOS

La conversión siempre es posible
Los ateos dicen que Dios no existe, los agnósticos dicen que Dios no habla, pero los creyentes dicen que Dios nunca se calla
       FELIPE AQUINO
                                                         Young female legs walking © Petar Paunchev / Shutterstock
En el libro del Apocalipsis, leemos: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20). Nuestro hombre interior debe prepararse para ser visitado por Dios, y por esa razón no debe dejarse invadir por las ilusiones, por las apariencias, por las cosas materiales.


Muchos hombres y mujeres famosos, científicos, filósofos, etc., que se decían ateos, un día fueron tocados por la gracia de Dios y entregaron su corazón a Él. Muchos volvieron a Dios contemplando las estrellas, las ecuaciones de la física y la matemática, observando las galaxias, o preguntándose sobre el significado del amor y del sufrimiento.
La evidencia innegable es esta: detrás de una novela hay siempre un escritor; detrás de un cuadro bello hay un pintor, detrás de un edificio hay un constructor, detrás de una maceta hay un alfarero…
No porque haya ciegos que no pueden contemplar la belleza del mundo, deja de ser hermoso. “El problema no está en el mundo, sino en la ceguera”, dijo Jean Guiton. No porque algunos no creen en Dios y no lo ven, significa que no existe.
Actualmente no son pocas las conversiones, entendidas como el regreso de quien, tras una educación cristiana tal vez superficial, se alejó de la fe durante años y después redescubrió a Cristo y su Evangelio.
El Señor nunca se cansa de llamar a la puerta de los hombres, incluso la de aquellos más involucrados en contextos sociales y culturales que parecen devorados por la secularización, en una vida sin Dios. Puedo citar a algunos de estos convertidos: Gilbert Chesterton, Vittorio Messori, Santa Edith Stein, Ernesto Sábato, Fiódor Dostoievski, C.S. Lewis, Narciso Yepes,  
Francis Collins era ateo, médico, químico y biólogo, coordinador del mayor proyecto de biotecnología que el mundo ha conocido, el Genoma Humano. Fue uno de los responsables de un hecho espectacular de la ciencia moderna: el mapeo del ADN humano, en 2001. Un día, frente a una anciana paciente cardiaca terminal, se convirtió ante la fe de la mujer. Y dijo: “Yo creo que el ateísmo es la más irracional de las opciones” (ver 24 de enero de 2017). “La ciencia tiene su campo de acción en la exploración de la naturaleza, pero es incapaz de decirnos por qué existe el universo, qué significado tiene nuestra vida o lo que podemos esperar después de la muerte”.
Ernesto Sábato, escritor, anarquista y comunista en la juventud, abatido por el sufrimiento, la pérdida de su esposa Matilde y de su hijo Jorge, volvió a Dios: “En la soledad de mi habitación, abatido por la muerte de Jorge, me pregunté sobre el Dios que parece esconderse detrás del sufrimiento”. “Me reconforta la imagen de aquel Cristo que también sufrió la ausencia del Padre”.
Fiódor Dostoievski (1821-1881), autor de las obras Crimen y Castigo, El idiota y Los hermanos Karamazov, estuvo preso varios años en Siberia y leyendo el Evangelio en la cárcel, se convirtió: “Lo tuve bajo mi almohada durante mis cuatro años de trabajos forzados. Lo leía de vez en cuando, y lo leía a los demás”. Dijo: “Yo no creo en Jesucristo como un niño. Fue por la duda que logré mi alabanza”. Dostoievski escribió: “¿Qué tendríamos que hacer si Dios no existiera, si Raquitin tuviera razón al afirmar que es una idea inventada por la humanidad? En ese caso, el hombre sería el rey del mundo. Magnífico. Pero yo pregunto ¿cómo podría actuar bien sin Dios, a quién amaría entonces el hombre, a quién cantaría himnos de alabanza?”.

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