DEL AMOR A LA PAZ SOCIAL
A todos nos preocupan la
pobreza y la injusticia, el individualismo y la corrupción. En su exhortación La alegría del Evangelio, el Papa
Francisco nos ofrece muchas sugerencias para emprender y continuar con
esperanza y alegría la tarea de la evangelización encomendada a todos los
cristianos.
Para comenzar, afirma el Papa que quienes se dejan salvar por
Jesús son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior y del
aislamiento. Tras mencionar estas cuatro esclavitudes, añade que “con Jesús
siempre nace y renace la alegría”.
El individualismo que caracteriza este momento hace que muchas
personas se vean atrapadas en las redes de la tristeza y la desesperanza. Según el Papa, también los seguidores de
Jesucristo, a veces “se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida”.
Pues bien, ese estado de ánimo no es humano ni humanizador,
porque no responde al deseo de Dios. “Esa no es la vida en el Espíritu, que
brota del Corazón de Cristo resucitado” (EG 2). De hecho, la Palabra de Dios
nos invita a gozar de la alegría que se encuentra en los pequeños
acontecimientos de la vida cotidiana.
Entre las invitaciones del Evangelio a vivir en la alegría,
recuerda que Jesús mismo se llena de alegría en el Espíritu (Lc 10,21) y promete a sus discípulos una alegría que el mundo no
podrá arrebatarles (Jn 16,20-22). El
evangelio constata, además, la alegría que ellos probaron al ver a su Señor
resucitado (Jn 20,20).
Según el Papa Francisco,
el anuncio del Evangelio “ofrece a los creyentes, también a los tibios o no
practicantes, una nueva alegría en la fe y una fecundidad evangelizadora” (EG
11).
Para los cristianos es evidente que la alegría no puede
confundirse con las satisfacciones, aun necesarias, que la vida puede
ofrecernos. Las alegría es un signo de que el Evangelio ha sido de verdad
acogido, anunciado y está dando fruto, pero no siempre garantiza la satisfacción.
Junto a la alegría, se nos exhorta a recibir el don del amor y a
asumir la tarea de vivirlo, comunicarlo y llevarlo a producir obras y
estructuras de justicia. Es preciso salir de la propia comodidad para
“acompañar” a todos los miembros del pueblo de Dios y aun a todos los hombres y
mujeres, especialmente a los más pobres y vulnerables.
Es urgente anunciar el amor salvador de Dios que se manifiesta
en Jesucristo muerto y resucitado. Las obras de amor al prójimo revelan la
gracia del Espíritu y hacen posible la convivencia social en la sociedad civil.
No se puede ignorar que todas las virtudes están al servicio de la respuesta de
amor humano al amor divino.
Ahí aparecen las dos primeras manifestaciones del fruto
del Espíritu, tal como es presentado en la carta de San Pablo a los Gálatas
(5,22). Manifestaciones seguidas por el fruto de la paz social. A ella
aspiramos, tratando de participar en la promoción de la justicia y del diálogo
en nuestra sociedad.
José-Román Flecha Andrés
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