Lunes VII
Hch 19,1-8
Jn 16,29-33
Entonces dijeron sus discípulos: “Ahora estás hablando
con claridad, sin usar comparaciones. Ahora vemos que sabes todas las cosas y
que no es necesario que nadie te haga preguntas. Por esto creemos que has
venido de Dios”. Jesús les contestó: “¿Así que ahora creéis? Pues llega la
hora, y ya es ahora mismo, cuando os dispersaréis cada uno por su lado, y me
dejaréis solo. Aunque no estoy solo, puesto que el Padre está conmigo. Os digo
todo esto para que encontréis paz en vuestra unión conmigo. En el mundo habréis
de sufrir, pero tened valor, yo he vencido al mundo”.
Preparación:
En
su exhortación La alegría del
Evangelio, el Papa Francisco nos recuerda que, por comprensible
que sea el anuncio, la fe siempre conserva un aspecto de cruz y alguna
oscuridad que impide aceptarla con firmeza (n.42). El evangelio que hoy se
proclama es una buena prueba de esa dificultad que ya probaron los discípulos
de Jesús y experimentamos también nosotros.
Lectura:
Según
los Hechos de los Apóstoles, Pablo se
encuentra en Éfeso unos discípulos que ni siquiera habían oído hablar del
Espíritu Santo. Tras la catequesis y el bautismo desciende sobre ellos el
Espíritu como en un nuevo Pentecostés. En el relato evangélico, los discípulos
se refieren a las mismas preguntas que poco antes habían deseado dirigir a
Jesús. Se muestran sorprendidos de que Jesús leyera su pensamiento. Pero si
Jesús adivina las preguntas actuales de sus discípulos, también conoce de
antemano las decisiones que han de tomar en un futuro inmediato: dispersarse y
dejar solo a su Maestro.
Meditación:
La
soledad de Jesús nos impresiona. Aun rodeado de las multitudes se siente solo
con mucha frecuencia. Según el evangelio que hoy se proclama, Jesús se
encuentra entre el Padre celestial y los discípulos. El Padre no lo dejará solo
en el momento de la prueba, pero los discípulos lo abandonarán. Ya en otra ocasión Jesús había manifestado
esta unión con su Padre: “El que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado
solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él” (Jn 8,29). Cada uno de
nosotros hemos de preguntarnos siempre si estamos dispuestos a seguir al Señor
hasta la cruz.
Oración:
“Señor,
derrama sobre nosotros la fuerza del Espíritu Santo, para que podamos cumplir
fielmente tu voluntad y demos testimonio de ti con nuestras obras. Por
Jesucristo nuestro Señor. Amén”.
Contemplación:
En
estas semanas del tiempo pascual nos recogemos con devoción en la “sala de
arriba”, donde Jesús ha celebrado la cena de la Pascua con sus discípulos. Allí
lo contemplamos hoy. Al ver que Jesús conoce sus pensamientos, los discípulos
afirman: “Creemos que has venido de Dios”. La frase nos parece un poco ingenua
y un tanto presuntuosa. De hecho Jesús
se muestra asombrado ante esa tardía confesión de fe. Los apóstoles Tomás,
Felipe y Judas Tadeo ya nos habían sorprendido con sus intervenciones.
Evidentemente, el Señor había de tener paciencia con los discípulos de entonces
y con los de ahora.
Acción:
Preguntarnos
si no habremos dejado solo alguna vez a algún hermano o hermana que esperaba
nuestra presencia a su lado.
José-Román Flecha Andrés
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