¿POR QUÉ EDUCAR EN LA PRUDENCIA?

Conseguirás una persona serena y seria, que juzga bien, que resuelve bien, que acierta
LA MAMÁ OCA
                                                 Thoughtful boy funny portrait © Soloviova Liudmyla /Shutterstoc
La prudencia es una virtud que para muchos puede sonar poco conocida. Si bien es una de las cuatro virtudes cardinales, no es tan familiar como la fortaleza o la justicia. ¿Qué es ser prudente? ¿Es ser sólo cauteloso? ¿Es únicamente pensar antes de actuar?
“(La) prudencia es la virtud de la inteligencia cuando tiene que decidir. En definitiva, es el hábito de decidir bien”.[1] El término se nos puede hacer más amigable si lo definimos como sensatez, sentido común o criterio. “ (La prudencia es) esa capacidad de discernir en una situación complicada y de llegar a un juicio sereno y equilibrado (…). Una persona con criterio es una persona serena y seria, que juzga bien, que resuelve bien, que acierta”.


Si analizamos un poco de qué trata la prudencia, no cabe duda que es una virtud de vital importancia para tenerla en cuenta a la hora de educar a nuestros hijos. Y, en caso que aún nosotros no la tengamos muy bien desarrollada, es una buena oportunidad para que a través del cultivo personal logremos enseñar con el ejemplo.
El arte de decidir
Así es: decidir es un arte. Desafortunadamente no todos tienen este talento muy bien desarrollado. Vemos gobernantes, jefes, padres, profesores, etc. que tienen a su cargo la toma de decisiones de asuntos que involucran el futuro de muchas personas que, sin ser nosotros doctores en prudencia, nos podemos dar cuenta que no son precisamente muy prudentes. “En este arte de decidir, como en todos, hay algo de espontáneo. (…) Pero también hay algo que se puede aprender. (…) Por ejemplo, procurar estar serenos, informarnos mejor, pedir consejo, no dejarnos dominar por el nerviosismo”.
Decidir no siempre es simple. No es lo mismo escoger qué salsa de spaguettis vamos a pedir que tomar una decisión sobre qué casa vamos a alquilar o con quién nos queremos casar. Por eso, la prudencia es una excelente aliada para evitar errores irreparables.
Las cuatro fases de la decisión
Educar la prudencia incluye enseñar las cuatro fases de la toma de decisiones. “La cuatro fases clásicas de la decisión tienen nombres semejantes a los cuatro momentos de un proceso judicial: instruir la causa, que es obtener la información sobre el caso. Deliberar, que es pensar y valorar los datos. Decidir, que es como sentenciar. Y ejecutar, que es poner por obra lo decidido. Se gana en prudencia, cuando se hacen mejor los cuatro pasos”.
Cada uno de estos pasos tiene, a su vez, unos puntos importantes que considerar, como son la clasificación de la información relevante, el saber pedir consejo, saber tomar las decisiones en un tiempo determinado, no pecar de precavido o ser precipitado, entre otros.
 


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