1.
Dimensión trinitaria de la Eucaristía
Tras esa afirmación inicial, la exhortación apostólica se detiene
a considerar la dimensión trinitaria de
la Eucaristía. “En ella, el Deus Trinitas
[Dios Trinidad], que en sí mismo es amor (cf. 1 Jn 4,7-8), se une plenamente a nuestra condición humana. En el
pan y en el vino, bajo cuya apariencia Cristo se nos entrega en la cena pascual
(cf. Lc 22,14-20; 1 Co 11,23-26), nos llega toda la vida divina y se comparte con
nosotros en la forma del Sacramento. Dios es comunión perfecta de amor entre el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”.
Nuestra fe confiesa que Jesucristo nos comunica la misma vida divina
en el don eucarístico (SC 8). Esta
consideración inicial de la Trinidad puede ser completada por una indicación
sobre cada una de las tres personas divinas.
1.1 Por lo que se refiere al Padre, es preciso recordar que entregó
una vez a su Hijo para nuestra salvación. Esa donación no ha terminado en un
momento lejano de la historia. El Padre celestial sigue entregando a Jesucristo cada día en la
celebración de este sacramento de la eucaristía (SC 7).
1.2.En cuanto a Jesús, reconocemos en él al verdadero Cordero de Dios
inmolado en el misterio pascual.
Jesús ha realizado verdaderamente nuestra liberación del mal y de la
muerte y esa novedad radical se nos propone de nuevo en
cada celebración (SC 9).
La entrega de su vida, significada en la última cena, mostraba que aquella muerte, de por sí
violenta y absurda, se transformaría en un supremo acto de amor y de liberación
definitiva del mal para la humanidad (SC 10).
1.3. También el Espíritu Santo es invocado en cada celebración
eucarística. La fe confiesa que, por una parte, convierte el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de
Jesucristo y, por otra, “reúne a los
fieles «en un sólo cuerpo», haciendo de ellos una ofrenda espiritual agradable
al Padre” (SC 13).
José-Román Flecha Andrés
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