Y AHORA, ¿QUÉ?

Muchos vivimos, desde que nacimos, en un mundo amable, pacífico y seguro. Nos cuesta hacernos idea de la guerra que soportaron nuestros mayores. O del horror que vivió Europa  durante buena parte del siglo XX, y de la dureza de la Guerra Fría. Hemos disfrutado de una era de paz –en nuestros países– sin precedente a lo largo de la historia. Y quizás por eso, con una mezcla de ingenuidad y esperanza, confiábamos en que eso era el destino del mundo entero. Pero también en esa mirada optimista había un poco de ignorancia. Porque demasiados lugares –lejanos, y por ello mismo, parece que más irreales– sufrían regímenes opresivos, carencias, estructuras políticas y económicas perversas, guerra, violencia... Análisis pueden hacerse muchos, sobre la relación entre todos los sucesos que ocurren hoy en día, y buscar causas, hablar de injerencias, de explotación, de dependencia económica, de fanatismos… Pero, evidentemente, no es algo simple ni se puede convertir en un diagnóstico ideológico.
Lo que parece cada vez más evidente es que no se puede –y probablemente no se debe– mantener un «mundo de yupi» dentro de otro mundo infernal, crear un «búnker geográfico», creer en la invulnerabilidad de un refugio a prueba de intemperies, cuando la tormenta asola a tantos.
Las declaraciones tajantes no pueden enmascarar una realidad, que es la creciente fuerza del terrorismo internacional, y su determinación para actuar en este mundo seguro que creyó ser Occidente. 

Sin querer caer en catastrofismos, en reduccionismos, ni en la misma lógica mediática que es el pan nuestro de cada día, parece cada vez más claro que este tipo de violencia, y esta nueva forma de guerra, va a más. Quizás es tiempo de asumir que el mundo es mucho más  duro de lo que hemos querido creer, y es tiempo de ser conscientes de que esa dureza nos va a tocar. Quizás hoy aún de manera esporádica, pero cada año que pasa más presente. Y, ante eso, preguntarnos  –y ciertamente aquí no tengo respuesta, y sí mucho en lo que pensar– y ahora, ¿qué?
                                                                                                                                 José María R. Olaizola sj

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