Todo tiene que ver con una mirada, un pararse, un agacharse, un abrazar y un volver a empezar. Tiene que ver con la Contemplación de la Encarnación. Con mirar al mundo, la realidad tal cual es, llena de buenos y malos, de gente sufriendo y disfrutando, tan distintos y tan incompletos. Ahí se nos invita a hacer como el mismo Dios, que no sólo siente lástima, si no que decide dar un paso más. Él envía a su Hijo para redimirnos, para acompañarnos, para aliviar nuestras cargas y para caminar a nuestro lado.
Esto es precisamente a lo que nos invita el Papa con la apertura del año de la Misericordia. Ojalá sepamos, como él, como el Papa Francisco, como tantos hombres y mujeres de este mundo que ya lo están haciendo, dar ese paso más con los que nos rodean y lo necesitan y empezar a vivir no sólo desde la compasión sino desde la misericordia.
E Ignaciana
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