¿QUÉ ES EL PERDÓN?

El propósito del proceso del perdón es que el perdonador experimente pensamientos y sentimientos positivos hacia el ofensor




Perdonar es más que aceptar lo que sucedió; se puede aceptar una ofensa con el fin de seguir adelante pero en el fondo vivir una “fría indiferencia” frente al que ha ofendido.
Perdonar no equivale a olvidar los malos recuerdos: el perdón no produce amnesia. Por el contrario, hay veces en que es necesario recordar particularidades muy concretas de eventos que nos han herido con el fin de sanar nuestra memoria. Si esto se hace bien, el perdón cambiará el modo en que recordamos el pasado, éste dejará de estar signado por la angustia, el temor, y la ansiedad.

Tampoco es cuestión de calmar los nervios, porque sencillamente alguien puede serenar el nerviosismo que le causan determinadas situaciones ingratas o injustas, sin perdonar a los causantes de las mismas. Este dominio del carácter, o la capacidad de relajarse, es un paso importante para poder perdonar, pero no es el perdón.

Decir “te perdono” cuando las palabras de perdón suenan como desprecio, como hace el personaje de Alberto Blest Gana, en Martín Rivas: “¡Cobarde! te tengo lástima y te perdono” no es muestra de perdón sincero, pues este se convierte en un estoque tan hiriente como el desdén. Finalmente, tampoco se identifica, aunque se relaciona estrechamente, con la reconciliación.
Según Fuentes (2008), el perdón es:

1º El abandono del resentimiento que tenemos hacia quien nos ha ofendido o herido injustamente.
2º La renuncia a la revancha a la que, siendo objetiva la injusticia de la herida, tenemos derecho según la justicia humana.
3º El esfuerzo en responder con benevolencia al agresor, es decir, con compasión, generosidad y amor.
4°El perdón es un acto de misericordia que nos regala Dios para toda nuestra vida y existencia.
5° El perdón es gratuito, no ligado al pedido del otro y tampoco a su arrepentimiento.
6° El perdón es un gesto de humildad que no humilla.
Quien perdona no se detiene a esperar al otro o a escrutar los signos de arrepentimiento; está dispuesto a dar el primer paso y en todo caso, no pone condiciones a quien le ha ofendido ni espera eterno reconocimiento. El perdón es tan discreto y silencioso que el perdonado podría incluso haberlo dado por descontado o no saber cuánto ha costado.
El perdón es un estilo de vida humilde y sencilla, es un modo de ponerse frente al otro y a su debilidad. La persona misericordiosa no puede olvidar que ella también ha caído tantas veces sin sufrir condena pues quien perdona no reprocha al otro el pasado.
Juan Pablo II (2001), enuncia que el perdón es una de las formas más nobles del ejercicio de la caridad, y siguiendo con Philippe (2011) si no entendemos la importancia del perdón y no lo integramos a nuestra convivencia con los demás, nunca alcanzaremos la libertad interior, la felicidad y la reconciliación, y permaneceremos entonces prisioneros de nuestros rencores. Cuando nos negamos a perdonar algo de lo que hemos sido víctimas, no hacemos más que añadir mal sobre el mal; no seamos pues cómplices de la propagación del mal. Cuando perdonamos a alguien le hacemos un bien a esa persona (liberándola de una deuda), pero ante todo, nos hacemos un bien a nosotros, pues recobramos la libertad que el rencor y el resentimiento estuvieron a punto de hacernos perder.


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