DIOS LLEGA SIEMPRE HASTA MI VIDA Y MI CASA


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Betania es para Jesús, en medio del camino a Jerusalén, un lugar de descanso y de paz.  Descansa con aquellos amigos ante los que no tiene que hacer nada especial. Sólo compartir la vida. Sólo descansar y callar. Reír y pasar el rato.

No le exigen milagros ni palabras de altura. Sólo compartir el día. La comida, el descanso. Allí Jesús puede reclinar la cabeza. Puede estar en paz. Puede desahogar su alma. Esos tres hermanos son su casa. Son los suyos.

Me gusta esa confianza. Jesús quiere a esa familia y comparte la vida con ellos, reposa en ellos. Jesús descansa en los hombres.

Es un Dios que pasa ante mi puerta. Que camina. Que llega hasta mi vida y mi casa. Dios busca descanso en mí. Parece extraño. Normalmente soy yo el que busca descanso en Dios. Pero hoy es Dios el que busca descanso.

A veces pienso que tengo que hacer muchas cosas para llegar a Dios. Salir a buscarlo. Hacer cosas grandes porque mi vida es muy pequeña. Y hoy nos muestra Dios cómo es Él el que llega ante mi casa, caminando.

Se hace presente en mi vida, sale a mi encuentro. Y si quiero, lo puedo hacer pasar dentro. Y entonces mi casa cambia para siempre. Nada será igual desde que Dios entra.

Un pasaje del Apocalipsis dice: “He aquí que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo”. Es Dios el que busca al hombre y se detiene ante su puerta. Lo mismo hace conmigo. Y yo la abro, y dejo lo que estoy haciendo. Y salgo también a su encuentro.

Dios quiere comer conmigo. En Mambré. En Betania. Eso quiero para mi vida. Quiero que pase dentro, que no se quede en mis afueras, que entre muy dentro, en lo más profundo de mi corazón. Allí donde están mis miedos y mis deseos, donde está mi sed y mi niñez. Que entre. Y que lo cambie todo.
Aleteia


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