Lee rezando despacio y tranquilamente algunos versos del salmo 26. Deja que cada frase te cale dentro y sea como una brisa suave, en los rincones más escondidos de tu alma Luego quédate en silencio con alguna frase que sea para ti especialmente sanadora. Repítela varias veces...
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Él me protegerá en su tienda el día del peligro; me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca; y así levantaré la cabeza sobre el enemigo que me cerca; en su tienda sacrificaré sacrificios de aclamación: cantaré y tocaré para el Señor. Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme. Oigo en mi corazón: “Buscad mi rostro.” Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. Si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.
Salmo 26
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