CARTA ABIERTA


Querido Sete y Ana, y Jonathan, y Tania, y Jesús, y Tamara, y Severo, y Fátima, Javier, y John, Brittanny, Sue, Huang, y tantos y tantos otros, de muchos países...

Seguramente estas semanas pasadas os habéis encontrado con el muro de la competición, con un techo demasiado alto, con vuestros propios demonios, con la amargura de una lesión, con la extenuación a falta de un último impulso, y quizás con la frustración de ver pasar un tren que no sabéis si volverá. Supongo que para muchos este momento es difícil, amargo, y rondan por la cabeza los fantasmas de la duda y la pregunta de tantas vidas: “Tanto sacrificio, tanto esfuerzo, tanta dedicación, tantas renuncias de juventud, ¿han merecido la pena?”

Enhorabuena. De verdad. No os fotografiarán ni cantarán vuestra excelencia con el mismo entusiasmo que si hubierais ganado. No os asediarán los fotógrafos, ni os reclamarán para entrevistas en vuestras televisiones nacionales. No habrá legión de seguidores deseando hacerse selfies con vosotros. Este mundo es así. Idolatra a los triunfadores, pero deja un poco huérfanos a quienes no se suben al podio. Pero eso no hace menos verdadero vuestro coraje, vuestra dedicación o vuestro compromiso. En este mundo no es fácil consagrar la vida al deporte de élite. Y menos aún en deportes minoritarios. Solo los futbolistas parecen librarse –al menos en España- de la insignificancia mediática. Y algún triunfador excepcional en otras disciplinas. Para el resto, imagino que la motivación no es la fama o el reconocimiento –que aquí parece más fácil de conseguir apuntándose a un reality show-. Es el luchar contra los propios límites, la competencia que nos lleva a sacar lo mejor de nosotros mismos, el conseguir, con tenacidad, esfuerzo y espíritu de superación, vencer a tantos obstáculos del camino. Es jugarse la vida sin garantías de éxito. Es lidiar con la soledad en unos casos, y con el aprendizaje del esfuerzo de equipo en otros.

Enhorabuena por haber estado ahí. Por haber luchado. Porque vuestro ejemplo es escuela para tantos otros jóvenes (y no tan jóvenes) lánguidos y cómodos, que creen que el esfuerzo solo merece la pena cuando es inevitable. Gracias por mostrarnos los verdaderos valores del deporte, porque la verdadera competición implica ganar a veces, pero perder otras muchas.

Gracias por haberlo intentado. Solo eso os hace grandes.

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