COMO UNA FUENTE DE AGUA FRESCA


Al escuchar las noticias, las conversaciones, últimamente me parece notar un cierto tono de desencanto en el fondo. Parece como si mirásemos a donde mirásemos, encontrásemos realidades corrompidas. Y no es extraño acabar reconociéndose cómplice en esas mediocridades y faltas de autenticidad que encontramos en el ambiente. Es como si todo estuviese sucio y tratando de limpiarnos una mano con la otra sólo consiguiésemos extender el barro.
Esta experiencia no está demasiado lejos de la meditación del pecado que San Ignacio nos propone en los Ejercicios Espirituales. Y el objetivo no es machacarnos ni amargarnos. Antes bien, se trata de llevar la mirada a Dios. Sólo Él es quien puede traer claridad a esas situaciones, como una fuente de agua fresca.
La oración puede ser ese espacio que hacemos para dejarnos llenar, como las manos que se ahuecan para beber de una fuente. Contemplando a Jesús, podemos ir dejando que el Espíritu de Dios renueve nuestra vida desde dentro.            

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