En tan sólo cinco años, “Khadi”, como la llaman sus amigos, ha vivido en cinco lugares diferentes a causa de los conflictos armados o la sequía. Actualmente reside en el campo de refugiados de Daresalam, en la región del Lago Chad. En la foto, Khadija recoge agua junto a su hermana pequeña. ©Unicef Tremeau
Contexto semejante al de África. Las continuas tensiones en la República Democrática del Congo o la amenaza del grupo terrorista Boko Haram en el norte de Nigeria y los países aledaños han introducido una nueva variante en el ya agitado mapa de movimientos migratorios. "Un niño inmigrante o desplazado no deja de ser niño y no se le puede tratar como a un adulto", intervino el Especialista de Emergencias de África Occidental Pablo de Pascual.
¿Y Europa? Pues en el mismo periodo de tiempo, de enero de 2015 a agosto de este año, 596.275 niños refugiados y migrantes pidieron asilo. Aunque la cantidad total sea de 5,4 millones, un 7% del resto mundial. "Es la proporción más reducida de niños dentro de la población migrante internacional", advirtieron desde la organización antes de que el asunto se centrara en España. Aquí, subrayaron, solo se han tramitado 25 peticiones de asilo. Y aquellos que intentan dar el salto a nuestro territorio siguen sufriendo las denominadas "devoluciones en caliente", las pruebas óseas de edad o las retenciones en los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE). Sara Collantes, Especialista en Migraciones, lo resolvió así: "La mayoría pretende entrar por Ceuta y Melilla. Y el estado está obligado a facilitar todas las garantías de derecho. Si no se las garantiza no está negando su realidad sino agravándola".
"Nuestra meta está en conquistar la opinión pública. Estamos reverenciándonos entre las organizaciones que se encargan del problema, pero no hemos calado en la opinión pública", señaló Marta Arias, miembro del Equipo de Respuesta a la Crisis de Migrantes y Refugiados en Europa, desde Ginebra. A pesar de la conmoción que provocó la imagen de Aylan Kurdi, el niño kurdo de tres años fallecido en la orilla del Mediterráneo, o la de Omran Dagneesh, atónito en una ambulancia tras la explosión de una bomba en Alepo, el camino hasta la verdadera solución pasa por un compromiso general. No para que los menores se queden en sus casas, sino para que al menos puedan elegir dónde vivir en paz.
Publicado en El País
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