Comienza noviembre El verano queda ya muy lejos. Ya hemos cogido “ritmo” de trabajo. Ritmo en la oficina. Ritmo en el colegio. Ritmo en las clases... Ritmo que puede convertirse también en inercia, apatía, desgana. Corremos el riesgo de convertir nuestros días, semanas o incluso meses, en una constante “cuenta atrás” para que llegue “algo mejor” y así hasta la próxima. Aunque a vece... no sabemos ni qué es lo que de verdad esperamos.
Convertir nuestro día a día en una continua espera nos impide ver lo que de verdad pasa a nuestro alrededor. Nuestra vida se convierte en rutina cuando no miramos nuestro presente, demasiado preocupados en un futuro que no llega. Delante de nosotros, cada día, en esa mal llamada “rutina”, pasan muchas personas: rostros, miradas, sueños, risas, esperanzas, miedos fracasos. Mucha vida.
Dios nos sueña convirtiendo nuestro entorno en vida. Y de la auténtica. Mirar con los ojos de Jesús nuestro entorno es la mejor manera –quizás la única– de darnos cuenta de toda la vida que hay en nuestro alrededor. Incluso un lunes por la mañana.
Convertir nuestro día a día en una continua espera nos impide ver lo que de verdad pasa a nuestro alrededor. Nuestra vida se convierte en rutina cuando no miramos nuestro presente, demasiado preocupados en un futuro que no llega. Delante de nosotros, cada día, en esa mal llamada “rutina”, pasan muchas personas: rostros, miradas, sueños, risas, esperanzas, miedos fracasos. Mucha vida.
Dios nos sueña convirtiendo nuestro entorno en vida. Y de la auténtica. Mirar con los ojos de Jesús nuestro entorno es la mejor manera –quizás la única– de darnos cuenta de toda la vida que hay en nuestro alrededor. Incluso un lunes por la mañana.
E Ignaciana
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