¿QUÉ ES EFECTO ACOGIDA?





Las guerras, los desastres naturales, el hambre, la violencia y el terrorismo explican los movimientos migratorios de cientos de miles de personas que desde África, Centroamérica, Oriente Medio, Asia se desplazan en busca de seguridad. Estos fenómenos, que podrían entenderse como coyunturales, se suman a causas estructurales que tienen que ver con la internacionalización de los capitales, una nueva división internacional del trabajo, que convierte a un buen número de países del mundo en economías de exportación intensiva de materias primas o bienes de consumo, en mercados de trabajo barato en los que se pagan salarios que no permiten siquiera la subsistencia, o en países exportadores de seres humanos. Sumemos a esto que el desgobierno de la globalización, como consecuencia de la pérdida de poder efectivo de los estados nacionales, está produciendo un caos mundial y una inseguridad económica que ya no solo es injusta, sino también ineficiente.
En este mundo, herido por el virus de la indiferencia, todos los católicos «estamos llamados a dar consuelo a cada hombre y a cada mujer de nuestro tiempo»[1]. Esta llamada no es algo opcional, pues las mismas palabras de Jesús así nos lo exigen: «Sed misericordiosos, como el Padre vuestro es misericordioso» (Lc 6, 36). Y no es una llamada que se agote en el tiempo. Es una llamada permanente, pues «el carácter social de la misericordia obliga a no quedarse inmóviles y a desterrar la indiferencia y la hipocresía (…) para que la justicia y una vida digna no sean solo palabras bonitas, sino que constituyan el compromiso concreto de todo el que quiere testimoniar la presencia del reino de Dios»[2]. Las Obras de Misericordia son, ante el drama de los que tienen frío, el mejor antídoto… para sus males y para los nuestros: dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos…

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