LA APOSTASÍA EN “SILENCIO”



¿Qué significado tiene un gesto que no es libre? ¿Qué valor tiene la negación cuando es obtenida por la fuerza, con amenazas, o como precio para salvar a otros del sufrimiento? Otro de los terribles dilemas que se plantea en “Silencio” es ese: ¿Qué es más cristiano? ¿Afirmar la fe, caiga quien caiga, o negarla y aliviar la tortura, propia, o de otros? En “Silencio” aparecen todas las respuestas. El mártir que da la vida. El que apostata. El que niega y se arrepiente una y otra vez. El que lo justifica. El que se resiste. Y hasta el enigma de no saber qué pasa en el interior de las personas que han pasado por una situación así.

Pienso que el dilema sobre lo que debe hacerse en esta situación es “teórico”. Por teórico no quiero decir irreal ni falso. Lo único que quiero decir es que solo podemos reflexionar y discutir sobre lo que creemos que debería hacerse en una situación así. Porque a la hora de la verdad, pienso que ninguno, ni los más convencidos o firmes, ni los más inseguros, sabemos cómo reaccionaríamos ante una situación de tortura, un chantaje existencial o afectivo tan límite como el que ha de afrontar el padre Rodrigues (apostatar para evitarle el sufrimiento a otros, o mantenerse firme y aceptar las consecuencias). 
Ninguno podemos prever con una seguridad del 100% cómo reaccionaríamos. Tal vez podemos intuir cómo querríamos comportarnos. Pero puede que a la hora de la verdad, el más soberbio de los hombres sea el más vulnerable (algo de eso afirma uno de los torturadores en “Silencio” al decir, tras interrogar al padre Rodrigues, “es arrogante, así que se rendirá”). Y quizás el que podría creerse más débil puede encontrar, en una encrucijada, unas fuerzas, una resistencia o una dignidad que ni imaginaba tener. La realidad va mucho más allá de nuestras teorías.

Entonces, dicho esto, lo que sí brota, tras ver silencio, es la discusión teórica. “¿Tú qué harías?” “¿Tú qué crees que habría que hacer?”. Seguro que más de un grupo de amigos nos hemos enzarzado en ese diálogo tras salir de la película. 

Por una parte, quien afirma que habría que resistir, y negarse a apostatar, lo hace con el argumento de la libertad radical del ser humano, una libertad que ha de ser también libertad religiosa, para creer y vivir de acuerdo con esa fe. Y con el argumento del testimonio y su influencia en otras personas. ¿Qué van a pensar los cristianos de las villas de Japón si sus sacerdotes, que les han hablado de Cristo crucificado, sin embargo no son capaces de afrontar su propia cruz? Este dilema se plantea con claridad en la película. (y sigue planteándose hoy en muchos contextos a los cristianos perseguidos).

En el otro extremo, está quien defiende que no habría que empeñarse en esa resistencia, dado que es evidente la coerción –y por tanto, la falsedad- de cualquier declaración obtenida por la fuerza. Y, en el caso de “Silencio”, con el agravante de la tortura a terceros como consecuencia de dicha resistencia. ¿Es legítimo argumentar desde ahí? ¿No es puro utilitarismo? 

Llevo dos días dándole vueltas a esta cuestión. Me encantaría oír o leer argumentos sobre cómo veis el dilema. Así que, ahí dejo la pregunta. Pero os invito a que las respuestas, si os animáis, vengan después de un buen rato de reflexión.

¿Tú qué crees que debería hacerse?

José María Rodríguez Olaizola

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