Pedro Arrupe decía que una experiencia que no se reflexiona es una experiencia que no se vive.
Nuestras experiencias humanas de desierto, soledad y angustia pueden sufrir esa carencia de la “no-reflexión” y, por tanto, no vivirse con la profundidad que merecen. Sólo se busca “que pase”.
Sin embargo, Dios es experto en encontrarnos en aquellos lugares de desierto y soledad. Lo hizo con su pueblo elegido, en la salida de Egipto, y los evangelios nos relatan la misma idea, cuando Jesús se dirige al desierto para ser tentado.
Midbar, la palabra hebrea que se traduce como “desierto” no es otra cosa que “el lugar de la Palabra”. El desierto, en la Biblia, es aquel lugar vital desde donde Dios, despojando, pronuncia su Palabra de amor, en el silencio de la vida. Tal vez, en determinados momentos de nuestro vivir, el silencio de Dios sea su Palabra más genuina e iluminadora.
E Ignaciana
No hay comentarios:
Publicar un comentario