Comienza el día en nombre de Dios. Preséntate a Jesús como eres. Déjate mirar, Él derramará todo su amor sobre ti. Pídele luz para mirar y ver la vida como Él la mira, con amor.
Disponte a vivir el día así, incondicionalmente amado.
«No es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo» (Papa Francisco, EG 266).
Evangelio de Mateo17,10-13
«Cuando bajaban de la montaña, los discípulos preguntaron a Jesús: “¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?”. Él les contestó: “Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos”».
¡Qué dolor cuando un ser humano es pisoteado, orillado, violentado, ninguneado! ¡Qué oscuridad del hombre y de Dios!
Cuando nos acercamos a Jesús somos como amigos que dialogan en la noche. En este trato de amistad crece en nosotros la certeza de que su bondad nos va a apaciguar. Él es el Salvador que da su vida en abundancia. A nosotros nos toca beber de su fuente.
El Espíritu nos anima a aportar nuestro granito de arena en alguna de las mil tareas que el Espíritu hace surgir cada día a favor de la dignidad del ser humano.
«Solo cuando Elías ha saboreado su debilidad hasta el punto del miedo y del amargo fracaso se hace consciente de su más dolorosa y rica verdad: Dios es su única fuerza. Pan, desierto, Horeb... son la pedagogía dura y entrañable del Dios de Elías, de nuestro Dios» (Miguel Márquez, carmelita descalzo).
¡Qué abajo te colocas, Señor, para levantar a los abajados! ¡Qué grande es tu amor! ¡Qué novedad y verdad aportas a la vida! ¡Bendito y alabado seas, Señor!
«No es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo» (Papa Francisco, EG 266).
Evangelio de Mateo17,10-13
«Cuando bajaban de la montaña, los discípulos preguntaron a Jesús: “¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?”. Él les contestó: “Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos”».
¡Qué dolor cuando un ser humano es pisoteado, orillado, violentado, ninguneado! ¡Qué oscuridad del hombre y de Dios!
Cuando nos acercamos a Jesús somos como amigos que dialogan en la noche. En este trato de amistad crece en nosotros la certeza de que su bondad nos va a apaciguar. Él es el Salvador que da su vida en abundancia. A nosotros nos toca beber de su fuente.
El Espíritu nos anima a aportar nuestro granito de arena en alguna de las mil tareas que el Espíritu hace surgir cada día a favor de la dignidad del ser humano.
«Solo cuando Elías ha saboreado su debilidad hasta el punto del miedo y del amargo fracaso se hace consciente de su más dolorosa y rica verdad: Dios es su única fuerza. Pan, desierto, Horeb... son la pedagogía dura y entrañable del Dios de Elías, de nuestro Dios» (Miguel Márquez, carmelita descalzo).
¡Qué abajo te colocas, Señor, para levantar a los abajados! ¡Qué grande es tu amor! ¡Qué novedad y verdad aportas a la vida! ¡Bendito y alabado seas, Señor!
Cipe
No hay comentarios:
Publicar un comentario