Cuando van pasando los días de la Pascua, el entusiasmo inicial puede irse diluyendo. Pero en esto de la Pascua la imagen de la primavera puede ser una ayuda excelente. La alegría de ver por fin cuajaditos de brotes los árboles que antes estaban secos puede poco a poco ir quedando atrás, pero no es sustituida otra vez por ese árbol seco, así como la Pascua no es sustituida por la apatía de un mundo chato y sombrío.
Los brotes prometen hojas más grandes, sombra fresca, parques reverdecidos, flores fragantes… Pasa la primavera y vienen las promesas de los frutos a que esas flores darán lugar. El calorcito, los días largos, animalillos zumbando, paz y descanso.
Así, cuando pasa el entusiasmo inicial por las fiestas de la Pascua, la invitación puede ser a no decaer y ejercitarse en la oración que busca contemplar a Dios trabajando y dando vida. Presente en las flores, en los frutos, en toda la creación que da gloria y alabanza a su Creador.
E Ignaciana
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