
En los evangelios de estos días hemos encontrado palabras que desconciertan por su radicalidad y por las consecuencias que tienen en la vida de cada uno. Se habla de Jesús como la vid y nosotros los sarmientos unidos a ella, que nacen de un mismo tronco y dan fruto gracias a este vínculo necesario.
Pero la palabra quizás que más descoloca es la de permanecer. Es una palabra que no ha de interpretarse a la ligera. Permanecer en Él, no quiere decir quedarse en un lugar, como si fuese la confirmación de que tienes que hacer algo en un momento concreto. Se refiere más bien a estar con Jesús, a no separarse de Él, y por lo tanto a renunciar a nuestro propio ego, para amar las cosas en el criador de todas ellas. “Porque sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5), es la imposibilidad de dar los frutos del Reino al estilo de Jesús, que más que hacer muchas cosas, es más adquirir el estilo compasivo de Jesús de Nazareth.
E Ignaciana
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