Nadie se esperaba que I Can Only Imagine, una película por y para católicos, pudiera convertirse en el éxito de masas, sin paliativos, en el que se convirtió el film.
Con un presupuesto de siete millones de dólares y con una distribución extremadamente reducida de menos de tres mil salas en todo Estados Unidos, I Can Only Imagine consiguió recaudar en su primer fin de semana más de 17 millones de dólares. Y a estas alturas, el film ya flirtea con los cien millones. ¿La razón?
De entrada, algo que no todas las películas cristianas suelen conseguir, rebasar fronteras más allá de lo religioso consiguiendo seducir a espectadores de medio mundo independientemente de su religión o credo.
El film está dirigido por los hermanos Andrew y Jon Erwin, dos directores y productores abiertamente católicos que tienen a sus espaladas películas, siempre con un fuerte contenido espiritual o directamente cristiano, como Woodlawn (2015).
Además, entre sus artífices se encuentran productoras como Mission Pictures International, especializada en cine religioso, Kevin Downes, un productor especializado también en cine cristiano, etc…
Es decir, es una película hecha para nosotros, entre nosotros. De hecho, I Can Only Imagine está inspirada en una canción que rebasó todas las fronteras de lo religioso colocándose entre los primeros puestos de la música folk y pop.
I Can Only Imagine fue interpretada por primera vez por Bart Millard y su banda cristiana The MercyMe en 1999 aunque no se haría mundialmente famosa hasta 2001.
La canción estaba inspirada en la muerte del padre de Millard y en cómo sería el cielo y tener a Cristo delante una vez fallecido.
Como hemos dicho, la canción dinamitó las previsiones más optimistas, por lo mismo que el film ha dejado con la boca abierta a más de uno, por rebasar fronteras de ideología, fe, credo o religión.
Yo no soy musicólogo y no sé si I Can Only Imagine es una buena o mala canción, solo sé que es agradable de escuchar.
Y algo parecido ocurre con I Can Only Imagine, que es agradable de ver, independientemente de lo que uno crea.
De hecho, el film se ha confeccionado desde un entorno tan cristiano para un público tan católico que nadie vio necesidad de hacer hincapié en ello y tal vez por esto I Can Only Imagine también destaca por encima de otras películas parecidas.
No hay, en la película de los hermanos Erwin, la más mínima intención de convencer a nadie o de demostrar nada. Sencillamente las cosas se dan por supuestas y es a partir de ahí donde comenzamos a discurrir.
Por esto también, los elementos católicos están perfectamente integrados de modo que no chirrían ni resultan forzados, pero al mismo tiempo el que no sienta atracción inicial por este tipo de producciones, resulta también muy fácil que se sienta emocionado por una historia que al fin y al cabo trata sobre un padre y un hijo.
Por lo demás, es cierto que I Can Only Imagine no es una obra maestra, también es verdad que tira un poco de lágrima fácil (tengan los clínex a mano) y siendo honestos, todo parece demasiado limpio, demasiado edulcorado, demasiado hermoso, como para formar parte de un mundo real.
Dicho esto, I Can Only Imagine es una película perfecta para ver en familia, da igual que sean católicos o no, porque sobre todo, como hemos dicho líneas arriba, el film es ante todo una historia sobre un padre y un hijo y también, sobre el perdón.
ALETEIA
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