NO MUY LEJOS, NO HACE MUCHO



Una exposición sobre Auschwitz recorre el mundo, logrando remover las entrañas de quien la ve. Este mes de octubre se clausura su paso por Madrid, en el Centro de Exposiciones de Arte Canal. A través de centenares de objetos originales, vídeos inéditos, testimonios de las víctimas y música, los asistentes hemos podido atisbar qué ocurrió en uno de los pasajes más terroríficos de la historia universal como es el holocausto judío. Siempre con una pregunta latente: ¿cómo un lugar así pudo existir? Un tiempo que cambió el modo de entender el mundo, el sufrimiento y el ser humano, y que por desgracia solemos olvidar.
Tres horas de dejarse conmover, de callar, de contemplar y, en parte, de rezar. Y entre tantos datos y reflexiones emergen decenas de preguntas cuya única respuesta es un silencio tan habitado como incómodo. Creo que aunque no lo queramos y huyamos de lo estremecedor asomarnos al infierno –y no solo me refiero a Auschwitz– nos ayuda a crecer tanto individual como colectivamente. Nos cuestiona dónde pueden llegar las sinergias del pecado si no logramos ponerles freno, cómo el ser humano siempre buscará legitimar su odio, qué valor le damos a cada hombre y a cada mujer, por qué la violencia –en cualquiera de sus formas– está enfrentada a la verdad profunda y cuáles son las víctimas y las consecuencias de un futuro desnortado. Y lo más importante, tocar el sufrimiento puede hacer que nuestro corazón cambie para transformar la realidad y poder comprometernos radicalmente. Las lágrimas no lavarán nuestra conciencia, pero sí pueden quitarnos muchas tonterías y llevarnos a lo importante.
No muy lejos, no hace mucho. Este es la frase que acompaña la entrada de la muestra, porque revisando el tiempo y el espacio no dista mucho de nuestra realidad. No obstante, más allá de la locura nazi hubo muchos que miraron para otro lado por miedo, por no querer implicarse o por simple ignorancia y dejadez. Me pregunto cuántos infiernos parecidos a este existirán actualmente: lugares silenciados, sin esperanza y donde el odio y el dolor lo inundan todo. Por último, me quema la conciencia por saber de cuántas situaciones seremos cómplices o culpables, cómo nos juzgará la historia y, sobre todo, qué hacer para evitarlo.

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