No es fácil tu Hágase, niña.
Porque, si a mí me preguntasen,
más bien me inclinaría
por el Hágase de los poetas,
cargado de buenas intenciones,
genérico, impersonal,
convertido en estribillo
convincente y volátil.
O me aferraría
al Hágase de los indecisos,
antesala de un pero,
de un mirándolo bien,
y al fin de un no se haga.
O me perdería
en el de los descomplicados,
que diciendo Hágase
dicen que otros lo hagan:
el gobierno, las iglesias, los ricos
los profesionales, los motivados,
los convencidos
o los que tienen tiempo.
Pero tu Hágase, niña,
desenmascara
los verbos incompletos.
“Hágase en mí”, dices,
tan sencilla y tan sincera.
Y se hace.
Tu compromiso se me vuelve pregunta.
¿Qué ha de hacerse en mí hoy?
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