Lo que antes parecía imposible, no lo es. La tecnología lo permite, lo hace fácil. Lo que hasta hace un tiempo era imposible, ahora es posible. Parece magia.
Y yo me acostumbro a lo imposible. Me habitúo a utilizar la tecnología como algo evidente. Y me enfurezco cuando las cosas no funcionan como yo quiero.
Mi saber es limitado. Eso lo sé. Pero doy por evidentes avances que antes eran impensables. El catalejo está tan lejos de esa cámara en mi ordenador que me acerca al que está a miles de kilómetros…
No quiero dar nada por evidente. Quiero usar lo que Dios pone en mi camino para cuidar a las personas.
Creo que la tecnología está al servicio del hombre. Y no al revés. No estoy al servicio de mi móvil, de mi ordenador, de mi nube. Soy mucho más importante que todo lo que tengo.
Pienso en la tecnología. Pienso en todo lo que me acerca y aleja de las personas. En todo lo que me hace observar la realidad como es. Sin pasar por alto los detalles.
Pienso en mi catalejo y en mi lupa. Quiero ver. Quiero contemplar con misericordia. Quiero ver para alabar y dar gracias.
Fijarme en lo bueno, en lo importante y no poner tanta atención en lo malo, en lo defectuoso. A veces parece que es lo definitivo. No lo es. Para eso tengo que manejar bien las distancias. Estar cerca y mantenerme a veces lejos.
Decía el papa Francisco hablando de “Jesús que, al mismo tiempo que proponía un ideal exigente, nunca perdía la cercanía compasiva con los frágiles, como la samaritana o la mujer adúltera”.
Jesús mira lejos. Habla del ideal que observa con su catalejo. Pero luego se acerca con su lupa. Muy cerca del que sufre. Muy cerca del que tiene problemas.
Se abaja a su vida como es y ve lo bueno y lo malo. El error y el acierto. Aprecia el dolor y la alegría. Porque muchos extremos se mezclan en el alma. Casi se confunden y suceden en un mismo latido. Y Jesús lo ve todo.
Y quiere que yo también lo vea todo y lo ame. Con mi catalejo. Con la lupa de mi misericordia. Con el microscopio que ve todos los detalles de generosidad que pasan desapercibidos al ojo humano.
Necesito una ayuda para ver más. Necesito usar más mi catalejo con sabiduría. Y mi lupa. Y acercarme guardando una sana distancia.
Y yo me acostumbro a lo imposible. Me habitúo a utilizar la tecnología como algo evidente. Y me enfurezco cuando las cosas no funcionan como yo quiero.
Mi saber es limitado. Eso lo sé. Pero doy por evidentes avances que antes eran impensables. El catalejo está tan lejos de esa cámara en mi ordenador que me acerca al que está a miles de kilómetros…
No quiero dar nada por evidente. Quiero usar lo que Dios pone en mi camino para cuidar a las personas.
Creo que la tecnología está al servicio del hombre. Y no al revés. No estoy al servicio de mi móvil, de mi ordenador, de mi nube. Soy mucho más importante que todo lo que tengo.
Pienso en la tecnología. Pienso en todo lo que me acerca y aleja de las personas. En todo lo que me hace observar la realidad como es. Sin pasar por alto los detalles.
Pienso en mi catalejo y en mi lupa. Quiero ver. Quiero contemplar con misericordia. Quiero ver para alabar y dar gracias.
Fijarme en lo bueno, en lo importante y no poner tanta atención en lo malo, en lo defectuoso. A veces parece que es lo definitivo. No lo es. Para eso tengo que manejar bien las distancias. Estar cerca y mantenerme a veces lejos.
Decía el papa Francisco hablando de “Jesús que, al mismo tiempo que proponía un ideal exigente, nunca perdía la cercanía compasiva con los frágiles, como la samaritana o la mujer adúltera”.
Jesús mira lejos. Habla del ideal que observa con su catalejo. Pero luego se acerca con su lupa. Muy cerca del que sufre. Muy cerca del que tiene problemas.
Se abaja a su vida como es y ve lo bueno y lo malo. El error y el acierto. Aprecia el dolor y la alegría. Porque muchos extremos se mezclan en el alma. Casi se confunden y suceden en un mismo latido. Y Jesús lo ve todo.
Y quiere que yo también lo vea todo y lo ame. Con mi catalejo. Con la lupa de mi misericordia. Con el microscopio que ve todos los detalles de generosidad que pasan desapercibidos al ojo humano.
Necesito una ayuda para ver más. Necesito usar más mi catalejo con sabiduría. Y mi lupa. Y acercarme guardando una sana distancia.
Aleteia
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