LO QUE YO HAGO INFLUYE EN LOS DEMÁS


Me gusta pensar que no me salvo solo. No voy solo por el camino de la fe. Mi vida y la vida de los demás están unidas

Soy responsable de los que caminan conmigo. No voy solo. Soy parte de un cuerpo. De mi comunidad, de la Iglesia. Como dice san Pablo: “Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo".

Todos los miembros del cuerpo son importantes. Todos tienen una misión. “Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro”. Ninguno queda fuera como innecesario. No hay personas desechables, descartables, prescindibles. Todos valen y cuentan para Dios.

Pensar así en la vida me da fuerzas. Mi vida repercute en otras vidas. Lo que hago merece la pena. El bien que hago. El mal que evito. Mis omisiones y mis acciones. Todo importa en el corazón de Dios. Nada es pequeño.
Con este pensamiento aumenta mi responsabilidad. No quiero dejar de hacer todo el bien que aparece ante mí.

Aleteia


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