Al asomarnos a la vida de María descubrimos que toda ella fue una oración, porque orar es responder al amor de Dios y la vida de María fue una respuesta total. Siguiendo la pauta de los evangelios, destacamos algunos momentos.
En el silencio escuchó la Palabra, hasta el punto de ser llamada ‘la virgen oyente de la Palabra’. Con su disponibilidad (“Aquí estoy”) se dejó hacer y se convirtió en la mujer construida sobre la gracia.
Vivió y guardó las cosas de Dios en el corazón, ese espacio original de la plegaria, allí donde habita el Espíritu de Dios.
Desde el don de Dios escudriñó los signos de los tiempos, interpretó y vivió los acontecimientos de la historia. “Avanzó en la peregrinación de la fe”.
Todo lo vivió en medio del asombro y el estupor, que es propio de los humildes.
En el silencio le creció la vida por dentro, hasta convertirse en la palabra de salvación comunicada y ofrecida a todos.
Cipecar
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