Ser luz es realmente nuestra vocación, Y la luz no se esconde debajo de la cama, porque tiene que alumbrar,
No importa si su llama es pequeña, o se asemeja a un fogón. Lo importante es que esté encendida para que pueda encender otras luces.
La Iglesia necesita a la vida consagrada para que salga al encuentro de la vida a través de la atención concreta a realidades donde la vida está amenazada, donde se necesita prevenir, acompañar, sanar...
Mercedes Casas
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