De vez en cuando vemos una película o leemos un libro que nos emociona, al contar una historia de superación, al narrar la victoria de los pequeños frente a un sistema que lo controla todo. Y ahí hay épica, y hay una cierta sensación de justicia frente a un mundo desigual, y un relato que nos invita a creer que, si sueñas, si te esfuerzas, si pones todo tu empeño y talento en juego, cualquier cosa es posible.
Normalmente estas películas o estos libros tienen el valor añadido de estar basados en una historia real. Saber que ocurrió de verdad, que lo que se relata sucedió a alguna gente en algún momento, nos seduce. Puede ser un equipo de remeros desarrapados ganando las olimpiadas en Berlín tras dejar por el camino primero a las élites económicas estadounidenses, y después a los supuestamente perfectos e invulnerables remeros teutones (“Remando como un solo hombre”). Puede ser un caballo de carreras montado por un jockey lleno de traumas y heridas (“Seabiscuit”). Puede ser una víctima de las minas antipersona que llega a obtener una medalla en los juegos Paralímpicos (“El pie de Jaipur”).
Pues bien, ha vuelto a ocurrir. La realidad ofrece de nuevo uno de estos relatos. Un equipo de fútbol casi desahuciado el año pasado, el Leicester, se ha proclamado campeón en la liga inglesa. La Premier es suya. Frente a todas las descalificaciones sufridas por su técnico, Claudio Ranieri, ninguneado por los grandes gurús de la liga inglesa. Frente a presupuestos mucho más abultados, y favoritos oficiales. Frente a guiones ya escritos, el equipo pequeño se ha impuesto a los grandes. Ya se habla de volcar en la gran pantalla la historia de su goleador, Jaime Vardy, otro de esos relatos donde se toca fondo antes de alcanzar el cielo. Seguro que en esta historia de épica hay matices. Que no tiene mal presupuesto el club. Que se podrán encontrar precedentes. Pero lo cierto es que, cuando los pequeños vencen a los grandes, algo dentro vibra, al hacernos pensar que aún es posible. En el deporte, y en la vida.
Entonces, los que toda nuestra vida hemos querido al equipo de nuestra pequeña ciudad, por un momento nos decimos: “¿Te imaginas?” (y uno imagina a un Real Oviedo campeón de Liga, y sonríe, pensando, es posible). Entonces, cuando miramos a un mundo en el que las desigualdades cada vez son más abismales, y la diferencia de oportunidades se vuelve insalvable para muchos, pensamos que quizás haya alguna forma de dar la vuelta a las estructuras. Y aunque una voz escéptica dentro dice: “Ni lo sueñes”, por un momento das cancha a esa otra voz que dice: “Solo hay que encontrar el modo”.
Queremos creer que es posible. Queremos creer aquello de que los últimos serán los primeros.Queremos intentarlo. Como ha dicho Ranieri, hablando del fútbol: “Una vez en la vida, esto puede suceder”.
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