FELIZ AÑO LLENO DE DIOS


Lo suelo hacer todos los años, el primero de enero, y es salir a dar un paseo pronto en la mañana, cuando las calles están totalmente vacías y la ciudad descansa de los excesos de fin de año. Me encanta esa sensación de comienzo, de novedad; hasta el aire parece por estrenar esa mañana. Es como si todo fuera nuevamente posible y la cuenta de mis decepciones volviera a ponerse a cero.

Hay quien prefiere cuando todo está controlado y la vida parece que fluye, pero yo soy de los que la goza en los comienzos, cuando todo está por definir: Lunes en la mañana, septiembre al comienzo de curso, o los primeros días del año. Es el momento por excelencia de la potencialidad, tiempo mágico donde las promesas comienzan su camino hacia la realidad y todo puede empezar a cumplirse.

Siempre he creído que el rasgo principal de los que seguimos a Jesús ha de ser el optimismo ante la realidad y la esperanza ante lo que viene. Creer en un Dios que se encarna en lo ordinario y que realiza sus promesas, permite empezar el año como quien estrena todas las posibilidades. En innovación lo llaman cambio disruptivo, es aquello que introduce una variabilidad que produce posibilidades antes inexistentes. Esto es lo que ocurre en nuestro tiempo con la navidad: y es que la irrupción de Dios en lo pequeño y desde abajo, modifica radicalmente el margen de lo posible.

Así, contra todo pronóstico sonrío al frío viento mañanero y pienso que no sé qué será en el 2021, pero seguro que si estoy atento a la realidad, con el evangelio en la mano, no faltarán ocasiones de reconocer a la creatividad de Dios en acción, a la innovación del Espíritu moviendo corazones apasionados, creando escenarios nuevos, más humanos, con más hondura, más del Reino...

Por eso somos gente llena de esperanza, pues somos en aquel que lo hace todo nuevo.

¡¡Feliz año lleno de Dios!!

Dani Villanueva, sj


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